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El Triejal: la última trinchera del voto en Jalisco

Por Amaury Sánchez

En un país donde la democracia se defiende a codazos y las elecciones suelen librarse más en tribunales que en las urnas, el Tribunal Electoral del Estado de Jalisco (Triejal) se alza como una institución clave para la estabilidad política y el respeto a la voluntad ciudadana. No es exageración: en una contienda cerrada o en medio de una disputa turbia, el Triejal puede marcar la diferencia entre un resultado legítimo y un golpe técnico a la democracia.

Jalisco no es cualquier estado. Representa una de las plazas políticas más relevantes del país: diverso en su geografía electoral, competitivo en su pluralidad partidista, y exigente en su ciudadanía. Por eso, contar con un órgano jurisdiccional especializado, autónomo y profesional como el Triejal, no es un lujo burocrático, sino una necesidad democrática.

Más que un árbitro: un defensor de derechos

A diferencia de los institutos electorales, que organizan las elecciones, los tribunales tienen una función más silenciosa, pero igualmente poderosa: corregir el rumbo cuando la legalidad se tuerce, ya sea por fraude, exclusión, violencia política o abusos de poder.

El Triejal no sólo valida elecciones. Tiene el mandato de proteger derechos político-electorales, de garantizar que ningún ciudadano sea marginado por razones de género, etnia, ideología o procedencia. Ha sido un actor crucial en la apertura de candidaturas indígenas, en la defensa de mujeres víctimas de violencia política, y en la anulación de procesos viciados por la ilegalidad. Y eso, en un entorno de competencia encarnizada, vale oro para la salud democrática del estado.

Fortaleza institucional que no debe darse por sentada

Contar con un tribunal autónomo, con magistrados de carrera y criterios técnicos, es un patrimonio institucional que Jalisco ha construido con tiempo y esfuerzo. A diferencia de otras entidades donde el poder político ha cooptado a los órganos electorales, el Triejal ha sabido mantener —en la mayoría de los casos— una postura firme y equilibrada. Esa autonomía no es un regalo: se cultiva todos los días con profesionalismo, transparencia y valor cívico.

Claro, como toda institución pública, el Triejal no está exento de errores ni de críticas justificadas. Hay resoluciones que han generado suspicacias, y momentos en que el silencio fue más estruendoso que un fallo. Pero si algo debe reconocérsele, es que ha logrado, en los últimos procesos, responder con mesura a los retos complejos del sistema político jalisciense.

Un llamado ciudadano: defender al tribunal que nos defiende

El verdadero peligro para el Triejal no es un escándalo ni una resolución polémica, sino la indiferencia ciudadana. Si la gente no conoce su existencia, no entiende sus funciones o no lo defiende cuando está en riesgo, entonces quedamos a merced de quienes sí conocen el poder que ahí se concentra.

Frente a los próximos procesos electorales, el Triejal no sólo debe actuar con altura jurídica, sino también con pedagogía democrática. Explicar sus decisiones, abrir sus puertas al escrutinio público y convertirse en un referente de justicia accesible.

Porque cuando el voto es vulnerado, cuando una candidatura se impone por la fuerza o cuando una comunidad queda sin representación, el Triejal es —y debe seguir siendo— la última trinchera legal para restaurar la equidad democrática.

Cuidarlo es deber de todos. No sólo porque es útil, sino porque es uno de los pocos escudos que nos quedan frente a las embestidas del poder desbocado.


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