¡Ay, México! Tierra de contrastes, de paisajes que quitan el aliento y de viviendas que, si no te hacen reír, te hacen llorar. Hablemos de esas casas de interés “social” que parecen más un chiste que una solución habitacional. ¿Quién no ha visto esas construcciones tan pequeñas que, para colgar el Cristo, hay que hacerlo de lado? ¡Y eso si hay espacio!
Las constructoras de vivienda “social”, esas que se presentan como los héroes del pueblo, en realidad son más bien como esos magos que hacen desaparecer tu dinero. Te prometen el cielo y las estrellas, pero al final solo te dejan con un departamento que parece un armario. Y no hablemos de los intereses bancarios y aparte interés sobre interés que cobran, que son más altos que la Torre Latinoamericana. Entre el enganche y las escrituras, uno termina preguntándose si realmente vale la pena el sacrificio.
Claro, las constructoras también tienen sus propios demonios que enfrentar: impuestos, trámites interminables y la labor política que, aunque no lo crean, no es tan fácil como parece. Pero, ¿quién se compadece de ellas? Al final del día, su objetivo es claro: tener grandes ganancia y como eso es fácil , encontrar terrenos baratos, y para eso, se aventuran a las afueras de la ciudad, donde la única conexión con el mundo es un camión que pasa una vez al día y eso a veces , y tienes que caminar un buen tramo, entre hoyos, piedras y evadir a los hermosos perritos callejeros por derecho propio.
Y mientras tanto, los trabajadores, esos héroes anónimos que se levantan cada mañana para ganarse el pan, son seducidos con electrodomésticos de segunda mano como si fueran el oro del rey. Les muestran casas bien diseñadas y amuebladas para que vean como vivirán , no tomando en cuenta que el menaje de los trabajadores nada tiene n que ver con los presentados, como si fueran a vivir en un catálogo de muebles, y les prometen que pronto habrá rutas de transporte público que los conectarán con sus trabajos. Spoiler alert: nunca llegan.
Así, muchos terminan dejando esas casas, y el banco, con su sonrisa de tiburón, se queda con la propiedad y la deuda. Y ahí están, los cobradores al acecho, como si fueran los fantasmas de las deudas pasadas, recordándote que la vida no es un cuento de hadas.
En resumen, la vivienda de interés social en México es un juego de ilusionismo donde el único que se queda con la risa es el banco. Así que, si alguna vez te ofrecen una casa de esas, recuerda: el Cristo puede estar colgado de lado, pero tu bolsillo estará completamente de cabeza. ¡A reír o a llorar, tú decides!
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