Close

Trump y la diplomacia del garrote fronterizo

O cómo perder amigos, enemistarse con todos y pensar que eso es liderazgo

Por Amaury Sánchez G.

¡Oh, Donald! Qué talento tan malgastado. Si ser antipático fuera disciplina olímpica, ya tendrías más oros que Michael Phelps. Porque se necesita vocación, ¿eh?, para ser el único político que logra reunir a medio planeta bajo un mismo sentimiento: el desprecio. Y no un desprecio cualquiera, de esos tibios o diplomáticos. No. Un desprecio con enjundia, con pancarta, con hashtag y hasta con cumbias protesta.

En México no te quieren ni para personaje de villano en telenovela. Según encuestas recientes, el 91% de la población mexicana desaprueba tu gestión, sobre todo por el trato inhumano hacia migrantes, el uso de la Guardia Nacional como espantapájaros fronterizo y esa constante actitud de capataz de hacienda que se te da tan natural.

Y es que cuando uno cree que ya vio todo, llega Trump y supera la barra del absurdo: ¿Crisis humanitaria en California por oleadas de migrantes? ¡Mande tropas! ¿Niños en jaulas? ¡Culpa de México! ¿Falta de empleos? ¡Los latinos roban todo! ¿Cambio climático? ¡Invento chino! Con ese nivel de soluciones, lo raro es que no haya mandado a Batman a patrullar la frontera.

Bienvenidos a «Estados Unidos: Temporada Trump»

El problema es que esta tragicomedia no solo afecta a los mexicanos. El repudio es global. Trump es el único exmandatario que consiguió enemistarse con aliados históricos, ahuyentar inversionistas, desmantelar acuerdos multilaterales y al mismo tiempo alimentar dictadores, todo en tiempo récord. Ni el más torpe de los emperadores romanos logró tanto desastre con tan poco esfuerzo.

Europa lo ve como una ex pareja tóxica: con desconfianza, trauma y ganas de bloquearlo. Merkel lo toleró con sonrisa diplomática, pero detrás del telón se le escapaba un «¡Gott im Himmel!» cada vez que Trump abría la boca. Macron intentó educarlo… hasta que se rindió como quien entrena a un gato para que no se suba a la mesa. Y ni hablar de Trudeau, que cada vez que escuchaba un tuit trumpista se persignaba con una hoja de maple.

Trumpología avanzada: geopolítica en reversa

La doctrina Trump no fue política exterior. Fue política del «hágase mi voluntad y los demás que lloren en inglés». Se retiró del Acuerdo de París, torpedeó la OMS en plena pandemia, abandonó el pacto nuclear con Irán y trató a la ONU como si fuera un club de barrio que se quedó sin membresía. Sus alianzas eran improvisadas y sus enemigos… todos los demás.

¿Y qué provocó esto? Que China se posicionara como el nuevo interlocutor serio del mundo, que Rusia se sintiera con licencia para invadir sin castigo (hola, Ucrania), y que América Latina comenzara a mirar con más cariño al dragón asiático que al águila calva.

Trump se convirtió en el símbolo perfecto de la decadencia imperial: prepotente, desinformado y peligrosamente popular entre los enojados del mundo. Y eso, señores, no es liderazgo, es populismo de reality show con botón nuclear.

México y la diplomacia del aguante

En este panorama, México no solo fue víctima colateral, fue blanco directo. Nos pidió frenar migrantes con el Ejército, aceptamos. Nos amenazó con aranceles, cedimos. Nos insultó, construyó su muro de la vergüenza y aún así, se le saludó de mano extendida, como quien le tiende una flor a un rinoceronte con acidez estomacal.

Pero las cosas han cambiado. Hoy, tras años de desplantes, chantajes y discursos que nos pintan como plaga, el desprecio hacia Trump no es ideológico, es instintivo. Como cuando hueles leche pasada: no importa tu partido, tu clase social o tu lugar en la escala geopolítica… sabes que algo está muy mal.

Y eso puede marcar una diferencia histórica. Porque México, harto de la diplomacia agachona, podría comenzar a fortalecer sus lazos con el sur global, con Europa sin correa gringa, con China sin miedo, y con Latinoamérica desde la dignidad. Y no es resentimiento, es memoria.

Un mundo sin Trump (por favor)

Trump ya no es presidente, pero su sombra todavía merodea como esos ex jefes que dejaron deudas, mal ambiente y la cafetera rota. Y si vuelve —porque el mundo está raro y los votantes a veces más—, la reacción internacional no será de asombro, será de cansancio. Lo ven venir como quien ve a un exnovio necio en la boda de alguien más: sabes que va a hacer un escándalo, pero ya no te da miedo, te da flojera.

Y ahí está el verdadero derrumbe de la imagen de EE.UU. No en que lo odien, sino en que ya no lo respeten. Porque el poder sin respeto es ruido. Y Trump, a estas alturas, es solo eso: un ruido incómodo en el salón de las naciones.


Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

0 Comments
scroll to top