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Tlajomulco: El fraccionamiento de las buenas intenciones

Por Amaury Sánchez

En Tlajomulco, el municipio donde las casas se construyen más rápido de lo que se llenan y se abandonan más pronto de lo que se terminan de pagar, las autoridades han decidido que ahora sí van a solucionar el problema de la vivienda desocupada. Para ello, han instalado una mesa de trabajo en la que se sientan políticos, urbanistas, desarrolladores inmobiliarios y empresarios de la construcción. Un verdadero dream team… si el objetivo fuera rescatar la rentabilidad del negocio, no garantizar el derecho a la vivienda.

El problema es que esta historia ya la hemos visto antes y siempre termina igual: con desarrolladores ganando, ciudadanos perdiendo y fraccionamientos tan vacíos que bien podrían usarse para filmar películas de zombis. Pero esta vez, dicen las autoridades, será diferente. ¿Por qué? Porque han aprendido de los errores del pasado. Y justo cuando estamos a punto de ilusionarnos, nos explican su brillante estrategia: darle más poder a los mismos que causaron el problema en primer lugar.

Aquí es donde entra en escena el Arq. Jorge García Juárez, director de Ordenamiento Territorial, conocido en los círculos inmobiliarios como el “operador de Enrique Alfaro” y, según dicen los que saben, un especialista en perdonar áreas de cesión a desarrolladores. Es decir, en hacer que las obligaciones urbanísticas se evaporen como charco en tiempo de calor. Tlajomulco debería tener más parques, más escuelas, más servicios… pero, curiosamente, lo que tiene son más terrenos privatizados y más casas sin habitar.

¿Y cuál es la gran solución para las 10 mil viviendas abandonadas? Pues facilitarles todo a los desarrolladores: perdón de multas, condonación de recargos y procesos exprés para que recuperen sus casas y las revendan sin mayor complicación. Es un plan tan generoso que cualquier ciudadano con un crédito vencido en Infonavit debería preguntarse por qué no recibe el mismo trato.

Para que esta mesa de trabajo tuviera credibilidad, deberían estar ahí los vecinos que llevan años esperando servicios, los trabajadores que no pueden comprar una casa digna y los expertos en derecho a la vivienda. Pero no. Aquí solo están los que tienen algo que ganar si el negocio sigue funcionando igual.

Lo cierto es que este proyecto no es un plan de vivienda, es un plan de rescate… para los desarrolladores. Nos hablan de una “visión de futuro”, pero en realidad es la misma visión de siempre: dejar que el sector privado decida cómo, dónde y a qué precio se puede vivir.

Al final, Tlajomulco seguirá creciendo, pero no como una ciudad planeada, sino como un tablero de Monopoly donde unos cuantos se reparten los terrenos y las ganancias, mientras los ciudadanos siguen pagando las consecuencias. Eso sí, cuando veamos otro fraccionamiento semivacío y sin servicios, al menos podremos decir que ya sabemos quién lo permitió.


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