Por Amaury Sánchez G.
El primero de octubre se asoma en México como un día que lleva consigo los ecos de siete años de transformación. Siete años en los que el país ha aprendido a reconocerse a sí mismo entre sus calles, sus plazas y las casas donde el tiempo parecía haberse detenido, hasta que la Cuarta Transformación empezó a caminar por ellas, tocando puertas y escuchando historias.
La diputada federal Mery Pozos recuerda que hoy no solo se celebra un aniversario: se celebra el inicio del primer año de gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México. Siete años que se traducen en un país donde la pobreza y la pobreza extrema han retrocedido, donde el salario mínimo crece como nunca antes y donde los programas sociales dejaron de ser dádivas para convertirse en derechos que ya no dependen de favores ni promesas, sino de la justicia.
Esta transformación no se ha hecho en escritorios ni en palacios; se ha hecho en territorio, recorriendo caminos polvorientos y plazas abarrotadas, con la gente como protagonista, con la esperanza latiendo en cada mirada. La gente no solo recibe: participa, acompaña, decide y, al hacerlo, se convierte en arquitecta de su propio destino. Así se construye un México distinto, de la mano de la presidenta que aprendió de Andrés Manuel López Obrador que gobernar es caminar junto al pueblo, no sobre él.
Millones de familias, desde la Ciudad de México hasta los rincones más olvidados del país, han visto cómo la transformación toca sus vidas de manera tangible. Incluso la iniciativa privada y las organizaciones civiles han comprendido que este cambio solo se sostiene si todos caminan juntos. La presidenta Sheinbaum, con una mezcla de humildad y determinación, ha logrado posicionarse no solo en México, sino en el mundo, recibiendo el reconocimiento de otros jefes de Estado, que la llaman heroína sin que ella se empeñe en serlo.
Hoy, al mirar atrás, no hay celebración vacía ni triunfalismo superficial. Hay historias de vidas que cambian, de manos que se tienden y de un país que empieza a reconocerse en sí mismo. Siete años de transformación y un país que ya no espera milagros de afuera, sino que confía en la fuerza de su propio pueblo y en la guía de la primera presidenta que lo escucha, lo entiende y lo acompaña.
México cumple siete años de un cambio que huele a tierra, a lluvia sobre caminos polvorientos, a voces que se alzan y a esperanzas que no se detienen. Y así, entre logros palpables y desafíos por venir, la historia sigue escribiéndose, con la fuerza de la gente y la certeza de que la transformación verdadera comienza cuando el pueblo se convierte en protagonista de su propio destino.
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