Por Amaury Sánchez
En la política mexicana, donde abundan los nombres que pasan sin pena ni gloria y los que se adhieren al poder como corcho en el agua, Rocío Corona Nakamura se erige como una figura de peculiar interés. Su carrera no es un simple catálogo de puestos ocupados, sino el relato de una mujer que ha sobrevivido al desgaste del tiempo, adaptándose a los giros y turbulencias de la política nacional. Ahora, como senadora por Jalisco, inicia un nuevo episodio en su trayectoria. Pero, ¿será este un capítulo de transformación o uno más en el libro de las oportunidades desperdiciadas?
La metamorfosis como consigna
Hablar de Corona Nakamura es hablar de un fenómeno político singular. Desde su adhesión al PRI en 1979 hasta su ruptura con este en 2021 para unirse al PVEM, su historia refleja tanto pragmatismo como una astuta lectura del entorno. Algunos han interpretado su cambio de partido como un acto de oportunismo, mientras que otros lo ven como una señal de inteligencia política. En cualquier caso, su transición de los colores tricolores a las tonalidades verdes del PVEM evidencia su capacidad para mantenerse vigente en un sistema político que castiga tanto la rigidez como el exceso de principios.
Su experiencia, cimentada en casi cinco décadas de servicio público, abarca un espectro amplio que incluye el ámbito legislativo local y federal, además de responsabilidades administrativas. Sin embargo, el verdadero desafío no radica en lo que ha hecho, sino en lo que hará con ese bagaje para afrontar los retos actuales de Jalisco.
El reto de las expectativas
En una entidad como Jalisco, donde las crisis de seguridad, desarrollo económico y desigualdad social son el pan de cada día, Corona Nakamura enfrenta una prueba de fuego. Sus múltiples periodos como diputada local y federal, así como su paso por áreas de justicia y desarrollo social, la colocan en una posición privilegiada para ser una voz influyente en el Senado. Sin embargo, esa misma trayectoria también pone sobre sus hombros el peso de las expectativas.
En política, la experiencia no siempre se traduce en resultados. La senadora deberá demostrar que su conocimiento de los engranajes del poder no es solo teórico, sino una herramienta para impulsar reformas significativas y captar recursos que beneficien a su estado. La teoría del “político maratonista” –el que se mantiene en el circuito por tiempo prolongado– no basta si al final de la carrera los resultados son magros.
¿Reforma o continuidad?
Corona Nakamura tiene ante sí una oportunidad dorada: consolidarse como una reformadora capaz de proponer soluciones reales o limitarse a ser un eslabón más en la cadena de la política tradicional. Su cambio de afiliación al PVEM puede ser leído como una señal de frescura en su perspectiva, pero también como un indicador de que prioriza la subsistencia política sobre las convicciones profundas.
La pregunta que flota en el aire es: ¿será capaz de romper con el molde de la política de lo inmediato y construir un legado que trascienda? En un Senado polarizado, donde las alianzas suelen ser frágiles y las agendas se pierden entre intereses partidistas, la senadora necesitará algo más que experiencia. Necesitará audacia.
El juicio del tiempo
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