Jorge Eduardo García Pulido
La historia de la Ciudad de México está marcada por ecos y superposiciones. En el Ajusco, el macizo volcánico que se eleva imponente al sur, se encuentran hilos que conectan el efímero Segundo Imperio Mexicano con el México contemporáneo del poder mediático.
Miravalle, Miramar y el Espíritu del Emperador
El imaginario imperial de Maximiliano de Habsburgo y su consorte, la emperatriz Carlota, se plasmó en los nombres de sus predilectas residencias. Miravalle y Miramar (en Trieste, su hogar original), evocan la mirada nostálgica y el deseo de dominio paisajístico. El gusto de Maximiliano era esencialmente manierista, un estilo que en arquitectura y decoración busca la artificiosidad, la exageración y una sutil pero profunda disrupción de la norma clásica, reflejando una personalidad compleja, culta y a la vez, desubicada en la rudeza del contexto político mexicano.
La expansión demográfica y urbana, que ha bautizado nuevas colonias como la «nueva extensión demográfica de Miravalle» en el Ajusco, trae al presente la toponimia imperial, demostrando que ese afán por nombrar y controlar el territorio, por imprimir un sello personal en el mapa, sigue vigente.
La Catedral Mediática en el Ajusco
Es precisamente en la vasta extensión del Ajusco, en una nueva «corte» de poder y visión panorámica, donde se erige la sede de TV Azteca, propiedad del empresario Ricardo Salinas Pliego, conocido popularmente como «El Tío Richie».
La elección del sitio para su emporio mediático no es casual. Levantar una estructura de ese tamaño y visibilidad en las faldas del Ajusco remite a la monumentalidad y a una ambición que busca dominar el horizonte, tal como Maximiliano lo intentó con sus castillos y miradores. El vasto campus de TV Azteca, con su arquitectura singular, puede verse como una expresión contemporánea del espíritu manierista: una obra de arte y poder que se sale de la escala común para afirmar una presencia ineludible y dominante.
En este sentido, el espíritu de la ambición personal, la inclinación por el gesto grandioso y el manejo escenográfico del poder —rasgos claros en la figura de Maximiliano—, habitan en El Tío Richie. El manierismo de Maximiliano, que sublimaba su destino trágico con gestos de sofisticación artística, encuentra un paralelo en la figura de un empresario que utiliza la espectacularidad y la comunicación masiva para consolidar su dominio y visión.
El Grito Simbólico: «¡Viva México!»
La conexión simbólica entre el emperador y el empresario se acentúa al recordar la frase atribuida a Maximiliano antes de su fusilamiento en el Cerro de las Campanas(a menudo confundido o relacionado con el Cerro de las Cruces en la memoria popular por ser un sitio de muerte y entrega):
«Voy a morir por una causa justa, la de la Independencia y la libertad de México. Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!«
Esta frase, que mezcla la entrega personal con una declaración de amor a la nueva patria y el deseo de trascendencia, encierra el último y más grande gesto manieristadel emperador: la conversión de su fracaso político en una victoria moral y un legado simbólico.
De manera similar, el poder mediático de Ricardo Salinas se ha construido sobre una mezcla de visión empresarial, innovación y una narrativa constante de nacionalismo y crítica al statu quo, buscando siempre sellar su propia trascendencia en el discurso público mexicano, con un omnipresente «¡Viva México!» subyacente en su apuesta por influir en la vida nacional desde las alturas del Ajusco. El dominio visual del Ajusco se convierte así en el dominio auditivo y mental de las pantallas.
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