Jorge Eduardo García
En otro tema que merece urgente atención, el Tribunal Federal de Justicia Administrativa enfrenta una crisis silenciosa pero grave en su Tercera Sala Regional de Jalisco.
El protagonista: Ricardo León Caraveo, magistrado con el sello inconfundible del oficialismo más radical de la 4T.
Desde su llegada al cargo, Caraveo ha hecho de la ausencia una constante.
No solo se ha presentado escasas veces a su lugar de trabajo, sino que ahora ha dado un paso más allá en su estrategia para paralizar el funcionamiento de las Salas en Jalisco.
Se niega a firmar asuntos, mantiene congelados los trámites de amparo, no da cumplimiento a las sentencias y arrastra el mayor rezago jurisdiccional del país.
Sí, así como se lee: más de mil asuntos pendientes.
Pero lo más alarmante no es el abandono del deber, sino la actitud desafiante que ha adoptado.
Fuentes internas aseguran que Caraveo intimida al personal con amenazas veladas, presumiendo su supuesta cercanía con altos mandos de la política nacional.
Se dice incluso que alardea de haber «metido a muchas personas a la cárcel», como si eso lo eximiera de su obligación de impartir justicia con imparcialidad y decoro. Y por si fuera poco, ha desafiado abiertamente a la propia Junta de Gobierno del Tribunal, comportándose como si fuera intocable.
¿Hasta cuándo permitirá el Tribunal esta situación? ¿Acaso su cercanía con personajes como Adán Augusto lo convierte en una figura blindada, incapaz de ser cuestionada o removida?
La justicia en Jalisco no puede ser rehén de intereses políticos ni de egos desbordados.
La justicia que no se dicta, se niega. Y la que se usa para intimidar, se pervierte.
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