Por Carlos Anguiano
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En México, hablar de seguridad siempre ha sido hablar de desafíos, tensiones y, muchas veces, frustraciones. La violencia, convertida en uno de los principales obstáculos para el desarrollo nacional, ha marcado la agenda pública durante décadas. Sin embargo, en los últimos meses, una nueva estrategia comienza a transformar no solo las cifras delictivas, sino también la percepción ciudadana. Con Omar García Harfuch como Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, el país comienza a recorrer el camino correcto.
Los resultados arrojan cifras responsables: En su primer año de gestión, el promedio diario de homicidios dolosos ha disminuido en un 25%, con descensos visibles en entidades que antes se consideraban incontrolables como Baja California, Guerrero, Chihuahua y Jalisco. Paralelamente, se han desmantelado más de 1,200 laboratorios clandestinos de metanfetaminas, asegurado 216 toneladas de droga y confiscado casi 15,000 armas de fuego. Más de 21,000 personas vinculadas a delitos de alto impacto han sido detenidas, entre ellas generadores de violencia que durante años parecían intocables.
Estos logros no son casualidad. Responden a una estrategia diseñada sobre cuatro ejes fundamentales: la atención a las causas sociales de la violencia, la consolidación de la Guardia Nacional, el fortalecimiento de la inteligencia e investigación y la coordinación interinstitucional entre fuerzas federales, estatales y municipales. Un modelo que no se limita a reaccionar, sino que busca desmantelar las estructuras criminales desde la raíz. La nueva estrategia permite construir un modelo sostenible de seguridad y gobernanza.
Por primera vez en mucho tiempo, la ciudadanía comienza a percibir que hay resultados tangibles y que existe una visión clara para devolver la paz a lanación. No es menor que las encuestas muestren una alta aprobación hacia García Harfuch, un respaldo que refleja tanto la confianza en su trabajo como el anhelo de millones de mexicanos por una vida más segura.
El hombre que logró ganarse la confianza y el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum por haber logrado reducir delitos de alto impacto en Ciudad de México, hoy conduce la política de seguridad nacional, consciente de que se trata del mayor reto de cualquier gobierno.
Cabe destacar que su origen le suma un peso político trascendente. Nieto del general Marcelino García Barragán, exsecretario de la Defensa Nacional, e hijo de Javier García Paniagua, político de alto nivel, García Harfuch pertenece a una estirpe que entiende el poder político y militar de México. Lejos de ser un ancla en el pasado, esa herencia lo ha convertido en un puente entre la historia institucional y la modernidad de un nuevo proyecto político.
Su cercanía y respeto hacia las Fuerzas Armadas le han permitido articular una relación de confianza con el Ejército y la Marina. Por ello se ha consolidado como un mediador entre el poder civil y el militar, garantizando eficacia operativa sin perder de vista la conducción política.
En México la inseguridad es la agenda más compleja, pero ver avances concretos bajo la conducción de García Harfuch genera esperanza. El reto es enorme y los desafíos persisten, pero los resultados iniciales demuestran que sí es posible revertir la inercia de la violencia.
México necesita líderes que combinen profesionalismo técnico con sensibilidad política, capacidad de coordinación y visión a largo plazo. Él encarna esas cualidades en un momento en que la nación demanda certezas. Más que un funcionario eficaz, su figura se perfila como un liderazgo con visión de futuro, capaz de transformar no solo la seguridad, sino el rumbo de la nación.
Seguir de cerca la labor de Omar García Harfuch no es solo un ejercicio periodístico: es observar de primera mano cómo podría forjarse el futuro de la seguridad en México y, quizá, el futuro del país mismo.Apoyar su estrategia, darle continuidad y fortalecer la coordinación entre instituciones es clave para que México siga avanzando hacia un horizonte de paz y prosperidad. En la medida en que los resultados se consoliden, estaremos no solo frente a un secretario eficaz, sino ante un líder que podría convertirse en el próximo conductor de los destinos de la nación.
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