Amaury Sánchez
En el ruedo político de Jalisco, Morena acaba de cerrar un capítulo de pugnas internas para abrir otro de retos y promesas. La elección de la nueva delegada estatal, que sustituirá a Katia Castillo, dejó en claro que la política es un deporte de resistencia, estrategia y, a veces, caprichos del destino. Después de semanas de cabildeos, alianzas estratégicas y alguna que otra puñalada trapera disfrazada de diplomacia, el triunfo fue para la Doctora Erika Pérez, la carta fuerte del senador Carlos Lomelí.
El resultado no sorprende, pero el camino para llegar a él fue digno de una novela de intriga. Por un lado, Miguel de la Rosa, líder del Congreso, puso sus fichas sobre Leticia Pérez, mientras que la presidenta de Tlaquepaque apostó por Perla Avila . Sin embargo, Lomelí, con su peso político y capacidad de negociación, logró que Erika Pérez se quedara con la estafeta, respaldada por la mayoría de los consejeros.
¿Quién es Erika Pérez?
Licenciada en Derecho con especialización en Derecho Penal, maestría en Administración Pública y un doctorado en Ciencia Política, Erika Pérez no es ninguna improvisada. Su currículum es una demostración de que, en la política, la preparación no es opcional. Con una carrera legislativa destacada que incluye ser Coordinadora del Grupo Parlamentario de Morena en el Congreso del Estado y Presidenta de la Junta de Coordinación Política, Pérez tiene credenciales de sobra para ocupar este cargo.
Pero más allá de los títulos, Erika se presenta como una líder con visión transformadora. Su propuesta central gira en torno al fortalecimiento de las bases del partido, la unidad interna y el trabajo territorial. Y es aquí donde la cosa se pone interesante: Morena, a pesar de ser un partido en el poder a nivel nacional, en Jalisco aún tiene mucho terreno por ganar. La fragmentación interna y el desapego de las bases han sido sus grandes talones de Aquiles.
¿Será Erika la solución a los problemas de Morena en Jalisco?
Con su enfoque en el contacto directo con las comunidades, Pérez promete un partido de puertas abiertas, en el que la militancia sea escuchada y los comités municipales se conviertan en verdaderos motores de organización. Esto suena bien en el papel, pero el diablo está en los detalles: ¿logrará sortear los egos y las divisiones internas que han caracterizado a Morena en el estado?
La unidad es el pilar de su propuesta, pero en Morena, como en toda familia política, la unidad es más fácil de predicar que de practicar. Si Erika puede mantener a raya las ambiciones individuales y enfocarse en un objetivo común —posicionar a Morena como la primera fuerza política en Jalisco—, su liderazgo podría marcar un antes y un después en la historia del partido en el estado.
¿Qué sigue?
Con la victoria de Erika Pérez, Morena tiene una oportunidad de oro para reorganizarse y consolidarse en Jalisco. Sin embargo, el reto es monumental. La oposición no está dormida, y las divisiones internas siguen siendo una amenaza constante.
En el mundo político, las promesas son como las semillas: se siembran con facilidad, pero requieren mucho trabajo para dar frutos. Erika tiene el conocimiento, el carisma y el respaldo necesario para hacer crecer a Morena, pero su verdadero reto será transformar las buenas intenciones en resultados tangibles.
Así que, como diría un buen narrador taurino, ¡el ruedo está listo! Erika Pérez tiene el capote, la plaza y el respaldo de los suyos. Ahora solo queda demostrar que tiene lo que se necesita para convertir a Morena en un verdadero referente de la Cuarta Transformación en Jalisco. Y como siempre, el tiempo será el juez que determine si logra hacer historia o si se convierte en un nombre más en la larga lista de liderazgos fallidos.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.