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México: Ciudadanía o indiferencia

Por Carlos Anguiano

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En los últimos días, la política mexicana ha estado marcada por decisiones y acontecimientos que reflejan el rumbo que tomará el país en los próximos años. La administración de Claudia Sheinbaum ha reiterado que no impulsará una reforma fiscal de gran calado, al mismo tiempo que se avecina una transformación histórica en la Suprema Corte de Justicia y se consolida un ambicioso proyecto trinacional para proteger la selva maya. Estos hechos, aunque diversos en naturaleza, comparten un denominador común: revelan la tensión entre continuidad y cambio, entre estabilidad institucional y el riesgo de la improvisación.

El tema fiscal es quizá el más revelador. Durante décadas, la discusión sobre la necesidad de una reforma que garantice mayores ingresos públicos ha sido recurrente. Economistas, organismos internacionales y cámaras empresariales han señalado que México recauda muy por debajo del promedio de la OCDE. Sin embargo, la presidenta ha dejado en claro que su apuesta será combatir la evasión y la corrupción como vía para generar recursos adicionales. Aunque esta medida parece sensata y políticamente viable, no es suficiente para enfrentar las crecientes demandas de salud, educación, infraestructura y seguridad que el país exige. La ausencia de un debate profundo sobre cómo financiar el futuro limita la posibilidad de construir un Estado más sólido y redistributivo.

En paralelo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación se encuentra al filo de un cambio sin precedentes. A partir de septiembre, los ministros serán electos por voto popular. La medida, presentada como un ejercicio de democratización, abre interrogantes legítimas sobre el impacto en la independencia judicial. La Corte ha sido, con sus aciertos y errores, un contrapeso indispensable frente a decisiones del poder ejecutivo y legislativo. Someter la elección de ministros a la lógica partidista y a campañas electorales podría debilitar su papel de árbitro imparcial. No se trata de negar la necesidad de renovar instituciones, sino de advertir los riesgos de que la justicia se politice y pierda credibilidad.

Por otro lado, la reciente creación del Gran Corredor Biocultural de la Selva Maya junto con Guatemala y Belice es una noticia alentadora. Se trata de una reserva que abarca más de 14 millones de acres, convirtiéndose en la segunda más grande de América después del Amazonas. Este esfuerzo muestra que México aún puede liderar causas ambientales de alcance global. La participación de comunidades indígenas y organizaciones civiles en su gestión será fundamental para evitar que el proyecto quede en el papel o sea capturado por intereses ajenos a la sustentabilidad. Aquí, la vigilancia social será clave para que la iniciativa se traduzca en desarrollo sustentable y no en un mero discurso político.

Tenemos un país en movimiento, donde las decisiones gubernamentales y las realidades sociales se entrelazan de manera compleja. Queda claro que no podemos permitirnos la indiferencia, sino que precisamos cultivar una ciudadanía atenta, informada y participativa.

La crítica no debe ser vista como un ataque, sino como un ejercicio de responsabilidad democrática. México necesita voces que cuestionen con argumentos, que exijan transparencia y que acompañen los procesos de cambio con propuestas. El desafío no es menor: se trata de construir un país donde las instituciones funcionen, los recursos se administren con eficacia, la justicia sea independiente, el medio ambiente se proteja y la violencia deje de marcar la vida cotidiana. Es momento de informarse, de participar en debates públicos, de involucrarse en organizaciones civiles, de exigir rendición de cuentas y de ejercer plenamente nuestros derechos. Debemos construir una ciudadanía activa, capaz de incidir en las decisiones colectivas y de transformar la política en una herramienta de transformación positiva.

México está en un punto de definición. La diferencia entre un país atrapado en inercias y uno que se reinventa con dignidad dependerá, en gran medida, de la participación consciente de su gente. No dejemos que otros decidan por nosotros: el futuro se construye con la voz, la acción y la responsabilidad de todas y todos.


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