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México 2025: Creciendo con el freno de mano puesto y Trump apretando más

Por Amaury Sánchez
que no sabe si reír o llorar o hincarse a rezar

Querido lector, si usted pensó que el FMI tenía una buena noticia para México, sepa que es más bien una buena, mala y, de paso, confusa. Según el Fondo, nuestra economía crecerá 1.4% en 2025. No, no se emocione; no estamos hablando de un milagro económico tipo “Tiempos de bonanza”, sino de un “¿al menos sobrevivimos?”. Porque si ese número se celebrara, sería como aplaudirle a un coche que logró avanzar un kilómetro en primera mientras le llovían ladrillos.

El panorama global no ayuda mucho tampoco. El crecimiento mundial será de 3.3%, una cifra que antes de la pandemia se veía como un trote decente y ahora parece más un sprint de quien lleva las piernas atadas. ¿Y México? Pues ahí vamos, queriendo correr con una pierna en la economía de Estados Unidos y la otra en… el limbo, porque entre aranceles, deportaciones y los berrinches de Trump, lo que nos falta es que nos revisen los zapatos en la aduana.

Trump, el enemigo público de la balanza comercial

Hablar de Trump en 2025 es como revivir un mal sueño del 2016. Resulta que el señor regresó a la Casa Blanca con nuevas ideas para molestar a México (porque lo de levantar un muro ya era demasiado 2017). Ahora quiere deportar a medio mundo y cobrarnos 25% extra por enviar aguacates y coches a su país. Y eso que los aguacates son buenos para el corazón… aunque, al parecer, no para el de él.

Si la amenaza de aranceles se cumple, sectores clave como el automotriz van a sentir el impacto. En otras palabras, el coche que fabricamos orgullosamente en México llegará a EE.UU. con un letrero de “casi de lujo” porque el precio subirá tanto que igual podría venir con un chofer incluido.

Y por si eso no fuera suficiente, Trump también quiere deportar a miles de mexicanos. ¿Las remesas récord de 2024? Diga adiós. Si esto se concreta, la economía de muchas familias podría tambalearse, porque, aceptémoslo, el dinero que mandan nuestros paisanos es más confiable que los pronósticos de la Secretaría de Hacienda.

El FMI: optimista pero no tanto

El FMI, siempre tan diplomático, nos da un “buenas y malas”. La buena: subió el pronóstico de crecimiento de México de 1.3% a 1.4%. ¡Wow! Es decir, si esto fuera una carrera, dimos un paso más… pero seguimos en el sótano del medallero. La mala: ese crecimiento es apenas un suspiro comparado con lo que necesitamos para que la economía sienta vida.

Para rematar, el FMI pronostica un 2% para 2026. Sí, suena más bonito, pero tampoco como para descorchar el tequila. Porque mientras América Latina crecerá un promedio de 2.7%, nosotros estaremos como aquel estudiante que pasa de panzazo el examen: contentos, pero sabiendo que la regamos.

Nearshoring: la nueva esperanza… o el nuevo pretexto

Dicen que el nearshoring es nuestra salvación. Eso de que las empresas extranjeras quieran traerse sus fábricas más cerca de EE.UU. suena como una gran idea, ¿no? Pero aquí hay un pequeño problema: las cosas no pasan solas. Para que funcione, México necesita invertir en infraestructura, logística, talento y quitarle el polvo a las oficinas de promoción de inversión.

Si no lo hacemos bien, el nearshoring podría quedarse como otro cuento de “lo que pudo ser y no fue”. O peor, una excusa más para que algunos políticos sigan diciendo que todo está perfecto cuando la realidad es más bien una comedia de enredos.

Conclusión: resiliencia a prueba de todo (incluso del gobierno)

México, querido México, eres como ese estudiante que sobrevive al semestre con un promedio bajito pero suficiente. Sí, creceremos en 2025, pero no al ritmo que necesitamos para resolver nuestros problemas estructurales. Y mientras tanto, Estados Unidos nos amenaza, el FMI nos mide con lupa y nuestra propia Secretaría de Hacienda juega a hacer pronósticos que nadie entiende.

Al final, parece que seguiremos avanzando a paso lento y con el viento en contra. Porque si algo nos queda claro es que en este país somos expertos en salir adelante, aunque sea con una mano amarrada y la otra pagando aranceles. Y eso, estimado lector, es la verdadera resiliencia mexicana.


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