Por Amaury Sánchez G.
En la política mexicana, las plenarias suelen parecer rituales de solemnidad anticipada: discursos medidos, palmadas que suenan a compromiso, y la escenografía de una unidad que, a veces, se desgasta en cuanto se apagan las luces. Sin embargo, en la más reciente reunión de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, hubo un detalle que sobresalió entre tanto oropel discursivo: la manera en que la diputada Mery Pozos se plantó como si fuera un eje alrededor del cual giraba el engranaje entero.
No es que ella busque la estridencia. Al contrario: su fuerza reside en la mesura. Pero en ese recinto donde se congregaron secretarias de Estado, consejeras jurídicas, presidentas de partido y secretarios con peso propio —Rosa Icela Rodríguez, Ernestina Godoy, Ariadna Montiel, Luisa María Alcalde, Edgar Amador Zamora, Marcelo Ebrard— lo que se percibió fue que Mery Pozos no sólo escuchaba: ordenaba el murmullo, lo convertía en diálogo.
Hay políticos que se conforman con ser testigos, levantar la mano al momento del voto, sonreír en la fotografía oficial. Ella no. Su trabajo, poco a poco, ha construido algo menos visible pero mucho más duradero: la confianza. Confianza de su bancada, que sabe que detrás de la palabra “unidad” no habrá la ambigüedad de la consigna hueca, sino la disciplina de quien entiende que la política no es la gritería de la tribuna sino el silencio de los acuerdos que se cumplen.
Podría pensarse que en este periodo, con la presidenta Claudia Sheinbaum al frente del Ejecutivo, basta con la fuerza mayoritaria de Morena para imponer la agenda. Pero los que conocen los vericuetos del Congreso saben que la mayoría se convierte en espejismo si no hay alguien que mantenga cohesionada la tropa. Ese papel lo ha venido ejerciendo Pozos: evitar fracturas, calmar egos, tender puentes entre el discurso presidencial y las demandas de los distritos.
En un país donde la ciudadanía suele sospechar de los diputados —y no sin razón—, Mery Pozos intenta revertir la imagen con hechos. Su insistencia en obras estratégicas, como la Línea 4 del Tren Ligero en Jalisco, no es un adorno en su currículum, sino el recordatorio de que la política también se mide en concreto, acero y transporte digno. Y que la continuidad de la Cuarta Transformación no se sostiene en consignas, sino en la capacidad de traducirlas en realidades palpables.
Al final, lo que deja esta plenaria no es la suma de nombres ilustres en un comunicado, ni la retórica de los compromisos asumidos, sino la certeza de que hay legisladores que saben hacer del poder un oficio responsable. Entre ellos, la diputada Mery Pozos. En su voz hay menos gritos y más dirección; en su manera de estar, la seguridad de que la unidad no se declama, se ejerce.
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