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Mario Delgado y la SEP: educar para vender, vender para educar


Por Amaury Sánchez

Si algo nos ha enseñado la historia, es que cuando el enemigo no puede entrar por la puerta, se cuela disfrazado de amigo. Y en el caso de la educación pública mexicana, el lobo no se disfraza de abuelita, sino de secretario. Mario Delgado, titular de la SEP, ha logrado lo que ni los tecnócratas más rabiosos de los noventa soñaron: convertir el sistema educativo en una plataforma de lanzamiento para marcas, negocios y filantropías de supermercado.

Porque ya no se necesita privatizar cerrando escuelas. ¡Qué va! Ahora se **privatiza abriendo convocatorias, firmando convenios y usando lenguaje cool como “gobernanza” y “socios estratégicos”! Se llama neoliberalismo versión 4T: mismo dogma, nuevo empaque.

Ahí está, por ejemplo, la famosa prueba PISA. Ese test que mide nuestras carencias con la misma vara que usan en Finlandia, pero sin contar con calefacción, alimentación digna ni pizarras que no se caigan a pedazos. El costo promedio por alumno: 9 mil 600 pesos. ¿Y quién cobra? Un despacho multinacional y, por supuesto, el omnipresente Ceneval. Si a eso le sumamos 240 mil pesos por cada escuela, ya no parece una evaluación educativa, sino una rifa internacional donde los únicos que ganan son los de siempre.

¿Y qué decir de la nueva estrella educativa: ConMéxico? No, no es una coalición de movimientos sociales, aunque suene. Es la crema y nata del negocio alimentario: Coca-Cola, Nestlé, Pepsico, Kellogg’s, Bimbo… lo mejor del colesterol nacional. Ellos, los mismos que nos han regalado generaciones de diabetes infantil y obesidad precoz, ahora vienen a enseñarnos a “vivir sanamente”. Sí, como si McDonald’s diera clases de cocina saludable.

Pero la cosa no termina ahí. También llegó Lego, que ya no sólo hace juguetes para ricos, sino kits educativos con aroma a dependencia. ¿Que quieres alfabetizarte en robótica? ¡Aquí tienes tu cajita de plástico de 5 mil pesos! Eso sí: cuidado con perder una pieza, porque la educación se te desarma. Y mientras la Nueva Escuela Mexicana habla de soberanía tecnológica, ellos enseñan a los niños a programar… pero solo si lo haces con bloques daneses y siguiendo instrucciones que vienen en inglés.

Y para rematar este tour corporativo, llega Google for Education. El mismo gigante que redibuja mapas, recolecta datos y te escucha mientras hablas con tu perro, ahora quiere “certificar” a los maestros mexicanos… en el uso de sus propias herramientas. ¿El premio? Un título digital y acceso ilimitado a un mundo donde tus alumnos son datos y tus clases, contenido monetizable. Porque aquí no se trata de educar ciudadanos críticos, sino consumidores bien entrenados y productivos.

Todo esto, claro está, se disfraza de modernidad, eficiencia y transformación. Pero si uno se asoma con lupa, lo que encuentra es una educación pública cada vez más al servicio del mercado, donde los niños aprenden a sumar con apps de paga, a leer con cuentos patrocinados y a programar en función de los algoritmos de Silicon Valley.

Por eso, Mario Delgado no parece un secretario de Educación, sino un gerente de marca. Uno muy eficiente, eso sí, que está colocando a la SEP como una de las vitrinas más rentables del país. Y si no se le detiene, pronto las escuelas públicas se parecerán más a franquicias que a espacios de aprendizaje libre y soberano.

La esperanza, sin embargo, sigue encendida. Hay comunidades, docentes y colectivos que resisten, que siguen soñando una escuela donde la educación no sea un negocio, sino un derecho. Y mientras ellos persistan, habrá razones para seguir creyendo que otro modelo educativo es posible.


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