Por Jorge Eduardo García
La actual delegada de la SCT Jalisco, la exdiputada María Padilla Romo, juega una carta distinta a lo que muchos imaginaron tras su arribo como funcionaria federal. ¿Su llegada tuvo que ver con el Dr. Carlos Lomelí Bolaños? No. El doctor quedó fuera de toda negociación en este tema. Fiel a su estilo, Lomelí se limitó a posar para la foto, simulando ser el artífice de la designación, como si Padilla fuera su alfil, su apuesta y su gestión. Nada más lejos de la realidad.
María Padilla no pertenece al círculo político del hoy senador Lomelí. Su trayectoria y lealtades están claramente alineadas con el grupo de Efraín Morales López, actual secretario del Agua y operador estratégico del gabinete federal. Morales no solo coordinó la Primera Circunscripción en la campaña presidencial de 2024 a través de SUMA, sino que mantiene una relación directa y de confianza con la presidenta de la República. Su influencia no es decorativa: es estructural, decisiva y profundamente arraigada en el proyecto nacional.
En Jalisco, SUMA fue mal conducido por Hugo Rodríguez, el gran simulador, cuyo único mérito político parece haber sido su parentesco con Don Arnulfo Villaseñor Saavedra. Rodríguez no logró articular el proceso electoral de manera eficaz, y su participación fue más un obstáculo que un aporte.
En contraste, Efraín Morales fue el verdadero impulsor de la candidatura de José María Martínez a la presidencia municipal de Guadalajara. Su capacidad de operación política marcó la diferencia en un entorno donde la simulación y el oportunismo han sido moneda corriente.
En este contexto, María Padilla emerge como una figura seria, con trayectoria legislativa y con redes reales de operación. Su perfil no responde a cuotas ni a simulaciones, sino a una apuesta por la institucionalidad y el trabajo. Si su aspiración se concreta, Guadalajara podría estar ante una opción que rompe con los moldes tradicionales y propone una visión distinta: menos espectáculo, más gestión., al tiempo…
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