Por Amaury Sánchez
¡Ay, caray! Parece que los fantasmas de Dallas decidieron hacer ruido… ¡y de qué manera! Resulta que el buen Donald Trump —sí, ese mismo que nos ha acostumbrado a un reality show político constante— ha decidido abrir la caja de Pandora y desclasificar nada menos que 80,000 archivos sobre el asesinato de John F. Kennedy. Así, sin anestesia y prometiendo que esta vez sí nos dirán «la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad». ¡Ajá, cómo no!
La cosa es que desde que Lee Harvey Oswald le metió un balazo a JFK en 1963 (o al menos eso dice la versión oficial), el caso ha sido el caldo de cultivo perfecto para las teorías de conspiración. Que si la CIA, que si el FBI, que si los rusos, que si los cubanos, que si la mafia… hasta los marcianos han salido en las versiones más creativas. Y ahora, con más de 14,000 páginas de «evidencia nunca antes vista» encontradas por el FBI, parece que el guion de esta historia está a punto de recibir un par de giros de tuerca dignos de un thriller de Netflix.
Pero no nos hagamos bolas: Trump no está haciendo esto nomás por amor a la verdad o por el espíritu de transparencia gubernamental. ¡Por favor! Esto huele más a jugada política que a búsqueda de justicia histórica. ¿Coincidencia que esto pase justo ahora, en pleno año electoral? ¡Ni que fuéramos ingenuos! Y por si fuera poco, Trump ha tenido el detallazo de nombrar a Robert F. Kennedy Jr. —hijo del hermano de JFK, también asesinado en circunstancias turbias— como secretario de Salud. ¿Coincidencia? Claro que no. Esto es estrategia pura para subirse al tren del apellido Kennedy y pescar votos en aguas turbulentas.
Ahora bien, si los documentos realmente prueban que la CIA o el FBI estuvieron metidos hasta el cuello en el asunto, el escándalo será de proporciones bíblicas. ¿Te imaginas el golpe a la credibilidad de las agencias de inteligencia de Estados Unidos? ¡El Pentágono temblando y los espías buscando un agujero donde meterse! Y si resulta que hubo participación extranjera, por ejemplo de la URSS o de Cuba, prepárense para que las relaciones diplomáticas se pongan más tensas que una cena navideña con la familia política.
Pero cuidado, porque aquí también hay riesgo de que Trump termine disparándose en el pie. Si lo que sale a la luz no cuadra o, peor aún, si resulta que las «revelaciones explosivas» son solo humo y espejos, el efecto bumerán podría ser devastador para su campaña. El hombre se la está jugando a todo o nada, y en política, la ruleta rusa no siempre termina bien.
Lo cierto es que este capítulo promete revivir el eterno debate sobre el asesinato de JFK, alimentar a los teóricos de la conspiración y, quién sabe, tal vez hasta obligar a la historia a reescribirse. Si Trump logra quedar como el presidente que «nos dio la verdad» sobre el asesinato de Kennedy, podría cimentar su legado político. Pero si todo resulta ser un circo mediático más… bueno, al menos nos habremos entretenido viendo cómo se desenreda esta telenovela histórica.
¡Pónganse cómodos, saquen las palomitas y prepárense para el show! Porque esto apenas comienza y, con Trump en el escenario, el espectáculo está garantizado.
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