Por: Amaury Fdo Sánchez González
En el corazón de la emblemática Casa Zuno, el pasado se presentó con voz firme y mirada crítica. La presentación del informe del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico, titulado Las verdades innegables: Por un México sin impunidad, reunió a una constelación de voces comprometidas con la memoria, la justicia y la dignidad. Este acto no fue solo un evento académico, sino una trinchera donde la verdad combatió el olvido.
Encabezado por Bertha Lilia Gutiérrez Campos del Colectivo Rodolfo Reyes Crespo, Juan Bautista Andalón del Comité Eureka Jalisco y Blanca Lirio Muro Gamboa del Colectivo Sobrevivientes: Una trinchera de la dignidad, el informe fue mucho más que un compendio de datos y testimonios. Fue un llamado al alma de una nación que, en su historia reciente, carga heridas que el silencio oficial ha intentado cicatrizar sin justicia.
La presencia de figuras como Don Julio Astillero, periodista de pluma valiente, y Rubén Martín, agudo observador de la realidad, añadió un matiz de urgencia y reflexión. Don Guillermo Salvador Ortega, desde su trinchera en el Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara, recordó la importancia de abrir las puertas de la historia para exponer las atrocidades que muchos preferirían mantener enterradas.
Se habló de la Guerra Fría hasta el año 2000, de torturas, desapariciones, represión y un aparato estatal que, amparado en la opacidad, violó derechos fundamentales de cientos, quizás miles, de mexicanos. El informe es un documento que pone en evidencia lo que ya sabemos, pero no queremos aceptar: que la memoria oficial ha sido cómplice de la impunidad.
Lo que este grupo de investigadores ha logrado no es menor. Enfrentaron la muralla de los archivos nacionales, el hermetismo de las instituciones y el desdén de un sistema que prefiere no remover las aguas turbias del pasado. Sin embargo, su labor fue más allá de los documentos; buscaron a sobrevivientes, a familiares de víctimas y a quienes heredaron el peso de un dolor que el tiempo no ha podido mitigar. Cada testimonio es una pieza de un rompecabezas que se niega a desaparecer bajo las capas del olvido.
Pero este informe, aunque fundamental, no puede quedarse como un acto aislado. Es un recordatorio de que el pasado no es solo historia; es una herida abierta que clama justicia. La verdad es el primer paso hacia la reconciliación, pero sin consecuencias ni acciones concretas, corre el riesgo de ser un eco vacío.
Las atrocidades que se relatan en este informe son las mismas que el Estado y los medios tradicionales han tratado de minimizar o silenciar. Sin embargo, los hechos están ahí, tan claros como la sangre derramada de quienes lucharon por la libertad y los derechos humanos. México no puede permitirse repetir estas páginas oscuras. La memoria colectiva debe ser nuestra brújula, y la exigencia de justicia, nuestro motor.
Desde esta tribuna, reconozco la valentía de quienes, en Casa Zuno y más allá, se han atrevido a enfrentar la verdad. Su lucha no es solo por el pasado, sino por un futuro donde estas atrocidades jamás vuelvan a repetirse. Como sociedad, debemos acompañarlos, porque su causa es la causa de todos. La justicia no es un favor; es una deuda que la historia nos exige saldar.
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