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Las dos caras de la 4T en Jalisco: El divorcio entre el verbo y la realidad

Por Amaury Sánchez

En Jalisco, Morena vive una crisis interna que hace que los culebrones de televisión parezcan cuentos de hadas. Hay dos bandos claramente identificados: los de abajo, que ponen el sudor, las banderas y la garganta, y los de arriba, que ponen el cargo, el sueldo y la indiferencia. Dicho de otro modo, hay una militancia que siente la causa y una dirigencia que siente la nómina.

Por un lado, tenemos a los militantes de siempre, esos que llenan camiones, cuidan casillas y repiten eslóganes con el fervor de quien cree en algo más grande que sí mismo. Lástima que la gratitud de la dirigencia solo dure lo que dura el escrutinio de los votos. Pasadas las elecciones, estos fieles soldados de la 4T son relegados a la banca, no sea que se les ocurra pedir algo más que un aplauso y una palmadita en la espalda.

Del otro lado están los que se subieron tarde al barco, pero con boleto de primera clase. Son los recién llegados, los conversos del oportunismo, esos que ayer militaban en partidos “neoliberales” y hoy, por arte de magia electoral, han descubierto que siempre fueron de izquierda, aunque no lo supieran. Ocupan secretarías, regidurías y diputaciones con la seguridad de quien ha encontrado la vocación sin haber pasado por el sacrificio.

La dirigencia estatal, en su papel de árbitro parcial, parece aplicar una versión moderna del viejo lema priista: “La unidad es en torno a mí o no es unidad”. Si la base se queja, es porque no entiende la “estrategia”; si los militantes se van, es porque “nunca fueron verdaderos morenistas”. Mientras tanto, los puestos se reparten con la generosidad de quien no reparte lo suyo.

El problema es que la militancia comienza a hartarse de ser comparsa en su propia historia. No es lo mismo luchar por un movimiento que ser el telón de fondo de un desfile de ambiciosos. Y aunque la dirigencia cree que puede seguir operando en su burbuja de triunfalismo, la realidad es tozuda: cuando la base deja de creer, los mitines se vacían y los votos desaparecen.

Morena en Jalisco enfrenta una disyuntiva: corregir el rumbo o convertirse en un PRI con otro color. Si siguen gobernando con los mismos de antes y dejando fuera a los de siempre, la “Cuarta Transformación” corre el riesgo de convertirse en la “Cuarta Desilusión”. Y cuando eso pase, no habrá consigna ni acarreo que lo remedie.


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