En el vasto entramado de la vida empresarial, donde la confianza y la ética deberían ser los pilares fundamentales, surgen historias que nos hacen cuestionar la integridad de quienes nos rodean. Una de estas historias es la que nos relata Don Roberto González Rodríguez, un Ingeniero que, con la mirada atenta de un guardián, se percató de las malas intenciones de sus primos, Abraham y Masayi González Uyeda.
Todo comenzó con una visita inesperada a su oficina. Abraham, con una sonrisa que ocultaba intenciones oscuras, solicitó la ayuda de Don Roberto para llevar a su padre, Don José Luis González Sánchez, a firmar un documento. Sin embargo, el ingeniero, con la astucia de un lince, decidió leer minuciosamente el contenido. Lo que descubrió fue un intento burdo de despojar a su padre de todos sus derechos. La respuesta de Don Roberto fue clara y contundente: su padre jamás firmaría ese documento. La reacción de Abraham fue predecible, una amenaza velada que dejaba entrever la creación de un mito de peligro económico.
Este mito, alimentado por un grupo de estafadores, se ha convertido en una narrativa contable mal elaborada y barata. Con la complicidad del contador Joaquín Ramos Ramos, un hombre con un pasado criminal que incluye una condena por homicidio, se gestó un dictamen que inventaba un posible endeudamiento que nunca existió. La manipulación de la información se convirtió en su herramienta, y así, con un estudio de proyección de nivel secundaria, se atrevieron a señalar una pérdida ficticia de 400 millones de pesos en 2019.
Pero la historia no termina ahí. La administración de Rubén Masaye González Uyeda y su hermano Abraham KunioGonzález Uyeda ha llevado esta narrativa a un nuevo nivel, presentando un supuesto mal manejo que asciende a casi 4950 millones de pesos entre 2019 y finales de 2023. La pregunta que surge es: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar para sostener este mito?
Es fundamental que la sociedad tome conciencia de estas prácticas engañosas que no solo afectan a las personas involucradas, sino que también ponen en riesgo la estabilidad económica de una empresa y, por ende, de muchas familias. La transparencia y la ética deben prevalecer en el mundo empresarial, y es responsabilidad de todos nosotros exigirlo.
La historia de Don Roberto y su lucha contra las malas intenciones de sus primos es un recordatorio de que, en el fondo, la verdad siempre encontrará la manera de salir a la luz. Y mientras haya quienes se atrevan a desafiar la oscuridad con la luz de la honestidad, siempre habrá esperanza para un futuro más justo y transparente.
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