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La estrategia que redefinió la política mexicana. Parte 1.

Por Carlos Anguiano

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Por más de dos décadas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) construyó una trayectoria que lo llevó a convertirse en uno de los líderes políticos más influyentes de la historia reciente de México. Su llegada a la presidencia en 2018 no fue producto de una sola elección exitosa, sino de una estrategia de largo plazo que combinó narrativa, organización territorial, comunicación directa y un profundo entendimiento del malestar social acumulado. Analizar este proceso permite comprender cómo logró no solo el triunfo electoral, sino también un amplio margen de maniobra y gobernabilidad durante su sexenio.

AMLO capitalizó un contexto de descontento ciudadano hacia las élites políticas tradicionales. De acuerdo con el Latinobarómetro 2018, México registraba uno de los niveles más bajos de confianza en los partidos políticos en América Latina, con apenas un 13 % de aprobación. López Obrador construyó desde principios de los años 2000 un relato consistente de lucha entre el pueblo y la mafia del poder, un encuadre que le permitió presentarse como el representante legítimo de los sectores desencantados. Esta narrativa, lejos de ser improvisada, se fortaleció tras su derrota de 2006, cuando denunció fraude electoral y mantuvo movilizada a su base con la consigna de la resistencia pacífica.

La creación de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en 2014 fue otro pilar estratégico. AMLO entendió que para desafiar al sistema debía contar con una estructura partidista propia, flexible y orientada al trabajo de base. En pocos años se convirtió en una maquinaria electoral nacional. En las elecciones de 2015, Morena sorprendió al obtener el 8.4 % de la votación, posicionándose como una fuerza competitiva.

La comunicación directa fue quizá el elemento más distintivo. López Obrador desarrolló, primero en sus giras por los 2,457 municipios del país, y luego en las conferencias matutinas de su presidencia, un estilo de contacto cotidiano con la ciudadanía. De acuerdo con estudios de Signa Lab y el ITESO, las llamadas mañanerasno solo sirvieron para informar, sino para marcar la agenda mediática y neutralizar a la oposición. Al hablar todos los días durante varias horas, el presidente imponía los temas de discusión y reforzaba su imagen de transparencia y cercanía. Esta práctica, inspirada en modelos de comunicación directa observados en líderes de América Latina, permitió que su mensaje llegara sin intermediarios a millones de personas.

Otro componente decisivo fue la coherencia de su discurso económico y social. Desde el año 2000, cuando asumió la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, AMLO impulsó programas de apoyo directo a adultos mayores, estudiantes y personas en situación vulnerable. Esa experiencia se convirtió en la base de los programas sociales federales que, según datos de la Secretaría de Bienestar, alcanzaron a más de 25 millones de beneficiarios durante su sexenio. La entrega universal y sin intermediarios reforzó la percepción de un gobierno que cumple y que coloca primero a los sectores históricamente excluidos.

En materia electoral, la estrategia de alianzas también fue clave. Morena logró sumar a partidos de distinta orientación —como el Partido del Trabajo y el Partido Encuentro Social en 2018— para ampliar su base y garantizar representación en el Congreso. Esta coalición le otorgó, junto con el arrastre presidencial, la mayoría legislativa necesaria para aprobar reformas emblemáticas, desde la creación de la Guardia Nacional hasta cambios en materia energética y social.

Finalmente, la paciencia política de López Obrador fue determinante. Tras dos derrotas presidenciales (2006 y 2012), mantuvo su recorrido por el país, construyó estructuras locales y se posicionó como la alternativa permanente al sistema. Lejos de desgastarse, el tiempo jugó a su favor: los escándalos de corrupción en los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón reforzaron su discurso de honestidad y cambio verdadero.

El resultado de esta estrategia integral se reflejó en las urnas. En 2018 obtuvo el 53.2 % de los votos, la mayor cantidad para un presidente mexicano en las últimas décadas, y su partido logró mayoría en ambas cámaras. Esto le permitió iniciar su gobierno con una legitimidad inédita y un margen de gobernabilidad que sostuvo gran parte de su sexenio, a pesar de las crisis y la polarización.

Lejos de reducirse a tácticas coyunturales, el caso de AMLO muestra cómo la combinación de una narrativa clara, una organización de base sólida, la comunicación constante y políticas sociales tangibles puede redefinir el mapa político de un país. Su ascenso confirma que, en tiempos de desconfianza hacia las instituciones, la conexión directa con la ciudadanía y la consistencia a largo plazo siguen siendo las herramientas más poderosas para alcanzar y ejercer el poder democrático.


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