Por Amaury Sánchez
Pues ahora sí, señoras y señores, los directores e inspectores escolares van a tener que apretarse el cinturón… y no precisamente por llevar una vida saludable, sino porque las arcas de las famosas cooperativas escolares están a punto de sufrir una dieta más estricta que la de una quinceañera antes de su fiesta.
Con la entrada en vigor del programa «Vida Saludable,» la venta de refrescos, frituras, dulces, chocolates y pastelitos en las escuelas está oficialmente prohibida. ¡Sí, lo que usted está pensando es correcto! Adiós a esas jugosas ganancias que dejaban las papas y los refrescos azucarados. Y es que, vamos a ser sinceros, las cooperativas escolares no son precisamente ONGs: ahí había negocio, y del bueno. No por nada las marcas de refrescos y botanas peleaban con uñas y dientes por su espacio en las tienditas escolares, ¡como si estuvieran repartiendo puestos en el gabinete presidencial!
Así que ahora los directores tendrán que buscar nuevas formas de financiar sus reuniones de «trabajo» (que casualmente siempre incluyen bocadillos y cafecito). Quizá es momento de que las escuelas instalen huertos orgánicos o comiencen a vender jugos prensados en frío con nombres hipsters como «Detox Frutal» o «Verde Power» para recuperar lo que se pierde con la prohibición.
Pero eso no es todo, porque mientras adentro de las escuelas se respira aire puro y se promueve la vida sana, afuera se prepara una guerra territorial digna de una serie de narcos. Los vendedores ambulantes, esos que han sido fieles proveedores de tortas, chicharrones preparados y dulces desde tiempos inmemoriales, están al acecho. Si no pueden vender dentro de la escuela, seguro buscarán hacerse un hueco estratégico en la banqueta. ¡Imagínese el desorden! Los niños formados para comprar una torta de milanesa con extra mayonesa, mientras la patrulla de salubridad intenta desalojar al vendedor. ¡Qué escena!
Y aquí viene la verdadera pregunta: ¿los directores e inspectores también pedirán cobro de plaza a los vendedores ambulantes? Porque no sería raro que ahora se instaure una tarifa para asegurar que el carrito de elotes o el puesto de tacos de canasta tenga su lugar fijo afuera de la escuela. Si ya lo hacían con las cooperativas, ¿qué les impide extender el «modelo de negocio» hacia las banquetas?
Así que ya veremos si este programa de vida saludable logra realmente reducir la obesidad infantil o solo cambia el punto de venta de las calorías vacías de adentro hacia afuera de las escuelas. Mientras tanto, los niños aprenderán dos cosas importantes: que el agua natural es más sana que el refresco y que la verdadera economía de mercado está en la banqueta de la escuela. ¡Salud y buen provecho!
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