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“La cuenca lechera de los Altos de Jalisco: ¿el bastión salvador de la leche nacional?”


Por Amaury Sánchez

Amigos, amigas y amantes del buen queso fresco (que, por cierto, cada vez es más caro), hoy vamos a echarle un vistazo a cómo la cuenca lechera de los Altos de Jalisco podría convertirse en la heroína nacional de la industria láctea. Pero, para hacerlo, primero hay que mirar de frente al desastre de Tabasco, porque una cosa es hablar de leche, y otra, muy distinta, es ordeñar vacas con las patas chuecas que nos dejaron Liconsa, Segalmex y compañía.

El elefante blanco en Macuspana

Ah, Tabasco. Tierra de pozoles, cacao y un centro de acopio de leche en Macuspana que terminó siendo más inútil que un ventilador en invierno. ¿Por qué fracasó? Fácil: falta de organización, corrupción y una dosis generosa de promesas vacías.

Cuando inauguraron ese centro el 28 de enero de 2022, parecía que el sureste mexicano estaba listo para competir con las grandes cuencas lecheras del país. Pero, ¡oh sorpresa!, ni los ganaderos podían producir suficiente leche ni Segalmex soltaba los recursos necesarios. ¿El resultado? Un elefante blanco de 2,500 metros cuadrados que hoy sólo sirve como recordatorio de cómo no hacer las cosas.

Y si esto les suena familiar, es porque este sueño de convertir Tabasco en la tierra prometida de la leche viene arrastrando fracasos desde los tiempos de Luis Echeverría. Parece que ni con décadas de intentos hemos aprendido la lección.

Los Altos de Jalisco: el modelo a seguir

Ahora bien, en contraste, los Altos de Jalisco han demostrado ser una región con músculo lechero real. Con una tradición de años en la producción láctea, esta cuenca no sólo tiene la capacidad técnica y humana para producir altos volúmenes, sino que cuenta con la infraestructura adecuada para almacenar, procesar y distribuir la leche.

Pero aquí viene el meollo del asunto: si queremos que los Altos sean la punta de lanza para salvar la producción de leche en el país, tenemos que quitarnos de encima dos cosas: la corrupción y la mala administración. Porque, seamos sinceros, ni la Lechera Sello Rojo ni La Concordia están para presumir trofeos después de sus tropiezos.

Un plan sin pretextos ni “elefantes blancos”

Para que la cuenca lechera de los Altos de Jalisco despegue como debe, es necesario:

1. Inversión sin desvíos: Ni un centavo debe perderse en bolsillos ajenos. Hay que garantizar que los recursos lleguen directamente a los productores.

2. Fortalecer a los ganaderos: No se puede esperar que los productores compitan con los gigantes de la industria sin apoyo técnico, acceso a tecnología y mejores condiciones de mercado.

3. Centros de acopio eficientes: A diferencia de Macuspana, aquí se necesita infraestructura que realmente funcione, con un modelo de negocio sostenible.

4. Un mercado justo: Liconsa debe dejar de ser el intermediario ineficiente que paga precios de miseria. Urge un esquema en el que los ganaderos reciban un precio justo por su leche.

Conclusión: Hacer historia, no repetirla

Los Altos de Jalisco tienen todo para ser el motor de la industria láctea nacional, pero sólo si dejamos atrás los vicios del pasado. Ya vimos lo que pasa cuando los proyectos están llenos de discursos y vacíos de resultados. Es hora de poner a la leche (y no a los elefantes blancos) en el centro del vaso.

Así que, estimado lector, si algún día puede tomarse un vaso de leche orgullosamente mexicano, acuérdese de los Altos de Jalisco y de que, con un poco de voluntad y honestidad, sí se puede. Y ahora sí, ¡a disfrutar del queso fresco!


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