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La China, la mujer que volvió desde el silencio

Por Amaury Sánchez

En la aridez de Teuchitlán, donde la tierra guarda más secretos de los que la memoria alcanza a recordar, apareció ella. La China. Así la llamaban, aunque ahora su nombre resuena entre el polvo y las sombras como un eco de dolor y ternura. La encontraron en una de esas fosas clandestinas que salpican la geografía del espanto, donde el suelo no guarda semillas sino huesos, y las raíces son apenas testigos mudos de una violencia que no se detiene.

Fue Myriam Hernández quien, entre el llanto y la incredulidad, rompió el velo del anonimato. «Es ella», dijo, con el temblor en la voz de quien encuentra lo que jamás quiso encontrar. La madre de La China también la reconoció, entre la ropa hallada en ese rancho que ya las voces locales llaman el Rancho del Horror. Una blusa, unos zapatos… fragmentos de una vida interrumpida que ahora se erigen como prueba del destino que le fue impuesto.

Dicen que La China dejó un hijo. Un niño que ahora crecerá con la ausencia tatuada en la piel y el eco de un nombre que se pronunciará con susurros en las noches de insomnio. «Fuiste una buena madre, buscando un mejor futuro para tu hijo», escribió Myriam en un mensaje que flota en las redes sociales como una plegaria moderna. Pero las palabras, como el polvo, no bastan para llenar el vacío que deja una madre que parte antes de tiempo.

El rancho, ese sitio marcado por el horror, ya había mostrado sus fauces en septiembre de 2024, cuando la Guardia Nacional rescató a dos personas y desmanteló parte de la estructura criminal que lo gobernaba. Pero la tierra, traicionera y cómplice, aún guardaba sus muertos. Una llamada anónima guio a las buscadoras de vuelta al terreno el 5 de marzo de 2025. Y allí, entre el silencio y la podredumbre, encontraron una verdad que solo la muerte había querido esconder: un campo de exterminio.

El paisaje hablaba por sí solo. Una habitación repleta de mochilas, ropa de hombre y mujer, y aproximadamente 400 pares de zapatos… cada par una historia, cada par una ausencia. Los peritos siguen trabajando, midiendo el horror en metros y restos, en un terreno de 50 metros de ancho por 200 de fondo, donde la violencia ha hecho de la tierra su hogar permanente.

Pero entre tanto espanto, el rostro de La China brilla ahora en la memoria de quienes la amaron. Una imagen colgante con San Francisco de Asís, una sonrisa atrapada en el tiempo, un nombre que resuena en las oraciones de una madre que nunca dejó de buscarla. Descansa en paz, La China. Aquí, en esta tierra de silencios y gritos ahogados, tu memoria seguirá viva. Porque hay ausencias que se vuelven presencia, y hay nombres que, aunque la muerte intente borrarlos, quedan para siempre inscritos en el corazón de los que aún respiran.


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