Por Amaury Sánchez G.
En Guadalajara, las obras de transporte parecen más un espectáculo que un plan de ciudad. La diputada federal de Morena, “Mery Pozos” , lo deja clarísimo: la Línea 4 (L4) del Tren Ligero es la prioridad, la Línea 5 (L5) es solo para que algunos puedan tomarse la foto y salir en los periódicos. Y sí, estética pura: mucha palabrería, poco beneficio real para quien lucha cada día con el tráfico.
Mery no anda con medias tintas ni con excusas de cajón. Señala al gobernador Pablo Lemus y al gobierno estatal como responsables de los retrasos de la L4 y, de paso, les recuerda que el relumbrón de la L5 no resuelve nada. Es como decir: “Queridos amigos del MC, mientras ustedes se toman selfies, la ciudad se queda atorada en Carretera a Chapala”. Morena, en cambio, se muestra como el partido que prioriza lo funcional y no el show mediático.
La L5 avanza a paso de desfile, un BRT disfrazado de tren ligero, generando congestión y molestias que nadie parece medir en la oficina. Ricardo Monreal lo dice sin pelos en la lengua: la obra genera “normales molestias”… normales para quienes deben pasar horas atrapados entre autobuses y camiones. La ironía es que esta línea “estética” se construye justo antes del Mundial 2026, para que cuatro partidos puedan presumir frente a la tribuna internacional.
El debate no es solo de vías ni de presupuestos: es un espejo brutal de la política local. Mery Pozos demuestra que se puede criticar con argumentos sólidos sin convertirse en florero, mientras otros solo construyen escenografía. La movilidad urbana debería servir a la gente, no al ego de funcionarios y partidos.
Mientras Guadalajara presume L5 en los titulares, los ciudadanos pagan el precio en tráfico, estrés y tiempo perdido. Y Morena, con L4 en mano, se anota puntos como el partido que hace, mientras otros solo posan para la cámara. La ciudad avanza… aunque sea a base de golpes políticos y tirones de orejas muy visibles.
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