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Fragmentación y descontrol

Por Carlos Anguiano

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Apenas el 30 de septiembre dejó el cargo de presidente de México Andrés Manuel López Obrador y ha sido lapso suficiente para atestiguar como la maquinaria de la cuarta transformación acusó ya descontrol, indisciplina, división y luchas internas. Claudia Sheinbaum, la actual sucesora en el cargo, aunque aún hay quien duda que, en el mando, tuvo un inicio cómodo, favorable, hasta terso. La ventaja política y el margen de maniobra que le confieren su votación, la mayoría en ambas cámaras y la transición de gobierno con ratificaciones, sin modificar modelo, directrices ni filosofía, permitieron que fuera suave el recorrido inicial. El ofertado segundo piso de la cuarta transformación, prosigue el camino siguiendo el mapa de López Obrador.

No obstante ello, problemas interiores en la dirigencia partidista de morena, empoderamiento de quienes ostentan cargos que presumen cumplimiento de acuerdos o repartos de cuotas de poder, la ya notoria perdida de empaque, de espíritu de cuerpo, la falsa unidad y la obediencia a medias a la investidura presidencial, complicada por la añoranza, por la protección del anterior presidente a un selecto grupo de familiares, amigos, aliados y funcionarios de su confianza, que les vuelve intocables, independientes y una supra estructura que no admite dirección, comienzan a generar división entre grupos de poder, encono, descontrol y conflicto en la operación política del gobierno federal.

Aún temprano para atizar de lleno a la función y al servicio público, los diferendos han subido de tono, por ejemplo, el zafarrancho entre lideres de cámaras, diputados y senadores, del mismo partido pero por descontado que no del mismo equipo político, que no han logrado poner de acuerdo en temas de dinero, presupuesto, disciplina, jerarquía, autoridad y privilegios, generó declaraciones, corajes, alusiones y problemas que requirieron la intervención y jalón de orejas desde el poder ejecutivo y quien sabe si más allá. El conflicto se da entre la especulación de donde está, en que domicilio vive, donde pernocta y que está haciendo Andrés Manuel López Obrador, de quien diversos actores políticos se aventuran en asegurar que aún vive dentro del Palacio Nacional, rompiendo las leyes de la física que enuncian en analogía que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.

Lo que es indudable es que no es lo mismo el peso político especifico que tiene aún el ex presidente y que su sucesora aún no tiene todos los hilos ni controla la mayor parte del aparato gubernamental y en menor medida aún, a los activos, protagonistas y actores políticos del partido en el poder. Es notorio que en Morena han crecido actores como Ricardo Monreal, como Gerardo Fernández Noroña, como Martí Batres; también es evidente que han perdido fuerza Adán Augusto López Hernández y María Luisa Alcalde. El poder es difícil de alcanzar, pero mucho más aún conservarlo y transmitirlo. Hoy, la presidenta de México enfrenta una cúpula de partido menos dócil, más experimentada, con más trayectoria y más facturas de servicios prestados a la 4T por cobrar, con menos actitud de sumisión, abnegación y aceptación a las decisiones impuestas. En síntesis, lo que fue un bloque monolítico de sumisos y abnegados, empieza a fragmentarse, a romper en pequeños grupos, en círculos de aliados y en grupos de poder, que ponen en evidencia que más que cuidarse en Morena de los partidos políticos y de los actores de la oposición, deben de detener el deterioro propio, la disputa interna, la falta de cohesión y la fragmentación de la autoridad, del poder y de la obediencia, que pueden ser como el talón de Aquiles del proyecto de nación, que es lastimado por la codicia, la ambición personal y el protagonismo fatuo de quienes desean más ventajas y beneficios de ser parte del proyecto ganador.

Abónele los ingredientes de la traición, siempre presente en el medio político, de que aún estamos en tiempos de calma y no ha comenzado la batalla por las candidaturas del 2027 y que el bono ciudadano todavía conserva estable la conducción del gobierno. Aun así, el poder desgasta y el futuro se construye desde hoy, aunque desde adentro hay focos de alerta que exigen operar para que cicatricen, antes de que degeneren y se conviertan en problemas endógenos que se aprovechen desde afuera.


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