
Jorge Eduardo García
A pesar del avance nacional de Morena, en Jalisco el escenario es complejo y lleno de tensiones internas que dificultan su consolidación como fuerza dominante. La centralización del poder, las imposiciones desde el centro y la falta de inclusión de liderazgos locales han generado un clima de descontento entre simpatizantes y militantes.
Movimiento Ciudadano, por su parte, mantiene una estructura sólida, con vínculos estrechos con sectores religiosos y redes ciudadanas activas. La herencia de Enrique Ibarra sigue dando frutos.
Jalisco se perfila para no repetir la alianza PT-Verde-Morena en el próximo proceso electoral, y como muestra de esta ruptura, José Luis Sánchez González ya ha sido nombrado Coordinador de Afiliación Municipal en Guadalajara por el Partido del Trabajo.
Este movimiento político marca una clara señal de autonomía por parte del PT en Jalisco, alejándose de la estrategia de coalición que ha caracterizado a Morena en otros estados. La designación de Sánchez González, diputado federal y figura reconocida por su activismo social, refuerza la intención del PT de construir una estructura propia en el estado, con miras a competir directamente en los comicios municipales.
La decisión responde a un contexto de creciente tensión entre los partidos aliados. En Jalisco, Morena ha enfrentado críticas por su estilo centralista y por la imposición de candidaturas desde la Ciudad de México, lo que ha generado descontento entre liderazgos locales. El Verde, por su parte, ha optado por alianzas tácticas más flexibles, mientras que el PT apuesta por consolidar su presencia territorial con figuras como Sánchez González, quien recientemente presentó propuestas transformadoras para Guadalajara y ha sido activo en eventos públicos y medios locales.
En contraste, Morena parece confiar excesivamente en el impacto de los programas sociales como herramienta electoral, sin considerar que en Jalisco la aceptación de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo es de las más bajas del país. Esta desconexión entre el discurso nacional y la realidad local pone en riesgo los acuerdos estatales, mientras los federales parecen inalcanzables para los actores locales.
Este distanciamiento estratégico también refleja una lectura realista del panorama electoral jalisciense, donde Movimiento Ciudadano mantiene una ventaja estructural y Morena aún no logra articular una narrativa local convincente. La fragmentación de la alianza podría abrir espacio para nuevas configuraciones políticas, pero también representa un reto para la izquierda en su conjunto.
La crisis de liderazgos como Adán Augusto y Marcelo Ebrard ha dejado cuotas pagadas en forma de candidaturas como las de Itzul Barrera, Favio Castellanos y María Elena Farías, lo que reduce el margen de maniobra para nuevos acuerdos. En este contexto, surge un grupo alterno que opera en el estado, integrado por Miguel de la Rosa en el Congreso, Laura Imelda en Tlaquepaque, Ernesto Palacios en INFONAVIT y Michel Cisneros en CONAVI. Este grupo vela por los intereses del Dr. Ramiro López Elizalde, una figura que, aunque mencionada, permanece ausente en el escenario público jalisciense.
Los destapes anticipados y la falta de estrategia territorial generan hartazgo. Morena debe evitar repetir los errores del PRI: centralizar decisiones, ignorar liderazgos reales y subestimar el peso de la identidad local. Si desea competir con fuerza en Jalisco, necesita abrirse al diálogo, reconocer a sus operadores legítimos y construir una narrativa que conecte con la ciudadanía.
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