Close

El síndrome del arancelazo o cómo Trump quiere convertir el comercio en un ring de lucha libre

Por Amaury Sánchez

Si algo ha demostrado Donald Trump en su carrera política es que le encanta la frase “America First”, pero su versión de poner a EE.UU. en primer lugar parece más un berrinche de niño rico que perdió en Monopoly. Ahora, con su amenaza de imponer aranceles recíprocos, la economía mundial podría sufrir un ataque de nervios digno de un reality show.

El magnate devenido en presidente (y ahora en Nostradamus de los déficits) asegura que con esta movida solucionará el eterno problema del presupuesto gringo. Claro, porque si hay algo que arregla los problemas económicos es subir impuestos a las importaciones, encarecer productos y provocar represalias comerciales de otros países. Es como creer que apagar un incendio con gasolina es una gran idea.

El detalle es que nadie sabe bien qué países se verán afectados. Trump anunció el arancelazo con la misma precisión con la que promete construir muros, ganar elecciones o recordar los nombres de sus hijos. Lo cierto es que ya Canadá y México sintieron el sablazo con un 25% de aranceles, aunque después reculó más rápido que político sorprendido en un escándalo.

Mientras Trump juega a ser el sheriff del comercio global, Wall Street ya empezó a temblar. Apenas se filtró la noticia, los inversores corrieron a vender acciones como si fueran boletos para un concierto de reggaetón en un convento.

Ahora bien, ¿qué pasa si este plan sigue adelante? Básicamente, lo que pasaría si intentaras sacar agua de un bote hundiéndose con una cuchara: un desastre. Los países afectados no se quedarán de brazos cruzados. Europa, China y cualquier nación con un poco de dignidad económica devolverán el golpe con sus propios aranceles, y ahí sí nos vamos a divertir viendo a los agricultores de Iowa y los fabricantes de coches en Detroit preguntándose por qué diablos su “héroe” les arruinó el negocio.

Trump cree que puede chantajear a medio planeta para que bajen sus propias barreras comerciales a cambio de seguir vendiendo en EE.UU. Y es cierto, la economía estadounidense es poderosa, pero tampoco es un monopolio donde él es el único dueño del balón.

Para colmo, los republicanos en el Congreso no la tienen fácil. Con mayorías tan frágiles que parecen dieta en diciembre, tendrán que hacer malabares para que este plan no se les desmorone como promesa de año nuevo.

Mientras tanto, Trump sigue con su agenda: cenar con los republicanos, ver el Super Bowl y, probablemente, tuitear algo incendiario antes de la medianoche. Porque si algo es seguro en su gobierno, es que la incertidumbre nunca paga aranceles.


Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

0 Comments
scroll to top