Por Amaury Sánchez G.
Cuando pensábamos que lo único que podía comerse a México era el hambre, llega el gusano barrenador a devorar nuestras esperanzas… y nuestras vacas. Sí, querido lector, como si fuera chisme de rancho mezclado con predicción del FMI, el gusano regresó después de 30 años de haberse ido, cual ex tóxico con hambre de revancha y libreta sanitaria vencida.
Este insecto travieso, que ni siquiera tiene pasaporte, logró paralizar exportaciones de ganado a Estados Unidos, donde los texanos no quieren ni un novillo con visa de sospechoso. Resultado: pérdidas millonarias, cancelación de envíos y el grito ganadero de “¡Ay nanita, se nos cae el PIB!”.
Pero no todo es culpa del bicho. También está el engendro político que llaman “elección judicial”, una idea tan brillante como freír carnitas con energía solar en Tijuana. Por primera vez, elegiremos jueces por voto popular. Sí, como si elegir influencers para la Suprema Corte fuera un episodio de La Rosa de Guadalupe: más drama, menos justicia. ¿Quién necesita independencia judicial cuando puedes tener campañas con jingles pegajosos tipo “¡El Magistrado Vargas sí da sentencia y no da largas!”?
A este caldo le echamos sal gringa. Donald Trump —ese viejo conocido que siempre amenaza con cobrar la fiesta aunque haya llegado sin invitación— anda imponiendo aranceles como si fueran stickers de castigo: 25% al acero, 25% a ciertos autos, y una amenaza de 5% a las remesas. ¿Se imagina usted? ¡Hasta el dinero que manda la tía Lupita desde Houston saldrá más caro que el mezcal en Las Lomas!
El Fondo Monetario Internacional, que usualmente nos lanza bendiciones con la misma energía con la que el SAT nos desea feliz Navidad, ahora dice que México será la única economía importante que podría decrecer este año. ¿Razones? Las de siempre: política rara, bicho loco y el eterno vecino gritón.
¿Y qué dice el IMEF? Que la economía podría contraerse este segundo trimestre. En resumen: el gusano barrenador no vino solo, trajo de invitados a la incertidumbre electoral y al proteccionismo naranja. Y entre todos están haciendo fiesta con el PIB, mientras nosotros seguimos esperando a que alguien apague la música… o al menos fumigue.
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