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El entrenador del desentreno: Exgobernador que se fue a meter autogoles a España

Por Amaury Sánchez G.

En Jalisco, tierra de charros, tortas ahogadas y paciencia limitada, hay símbolos que se veneran casi tanto como a la Virgen de Zapopan: el buen humor, el mariachi… y las Chivas. Nada más sagrado que eso. Por eso, cuando el exgobernador Enrique Alfaro Ramírez anunció —con el entusiasmo de un niño que presume su balón nuevo— que se integraba al cuerpo técnico del Real Valladolid en España, la reacción de los jaliscienses fue tan variada como previsible: del sarcasmo espontáneo al repudio sincero, pasando por un rosario de emojis que ni el Vaticano podría bendecir.

La noticia cayó como un balón desinflado en la grama del Estadio Jalisco.

Porque mire usted: no es lo mismo que un político deje su encargo para convertirse en embajador, académico o hasta influencer vegano, que largarse a Europa para “aprender” fútbol tras gobernar un estado que, según el diagnóstico popular, quedó más lastimado que rodilla de delantero en liguilla.

Pero vayamos por partes, que la sátira también necesita orden.

El gran fichaje del Ajusco… perdón, de Jalisco

Cuando Alfaro anunció su nuevo puesto en el Valladolid, algunos pensaron que era broma. Otros creyeron que se trataba de un sketch, quizá preparado por un comediante emergente de Las Chingonas de la Política. Pero no: era real. Más real que el impacto presupuestal del gasto en comunicación social durante su administración.

En redes sociales, el anuncio generó el tipo de unanimidad que ni el Himno Nacional logra:

Una mezcla perfecta de caras largas, risas nerviosas y recordatorios del desastre administrativo que, según muchos, dejó tras de sí.

Solo hubo un pequeño grupo que rompió la armonía:

Los emecistas.

Esos fieles militantes, muchos de ellos exsubordinados, beneficiados o aspirantes a no perder el WhatsApp del jefe, aplaudieron con una disciplina que ya quisiera el Valladolid para su defensa central.

“¡Felicidades, mi gobernador!”

“¡Orgullo naranja!”

“¡En España sabrán de tu liderazgo!”

Y uno que otro agregó algo así como:

“¡Échele ganas, profeee!”.

Mientras tanto, el resto de Jalisco —ese 98% de la población que no trabaja en Casa Jalisco, Canal 6 o el MC Fan Club— emitía un sonoro y sentido:

“¡¿Pos qué no tiene vergüenza?!”

Las Chivas y el sueño imposible

Hubo quien preguntó si este entrenamiento europeo sería el primer paso para que Alfaro cumpliera su sueño no declarado: dirigir a las Chivas.

La respuesta fue inmediata, clara y contundente.

No de un especialista, ni de un periodista deportivo…

¡del pueblo!

—¡No, por favoooor! —gritaron miles de tapatíos al unísono, como si hubieran visto a un árbitro marcar penal injusto al 94’.

Y es que, siendo sinceros, para un jalisciense promedio que Alfaro entrenara a las Chivas sería una afrenta equivalente a ponerle piña a la jericalla o cambiarle el nombre al Estadio Jalisco por “Arena Movimiento Ciudadano Plaza Patria”.

Si dejó al estado como lo dejó —con carreteras parchadas, broncas de seguridad, pleitos políticos y un largo inventario de pendientes—, ¿qué podría hacer con el Rebaño Sagrado?

¿Llevarlo a la Liga de Expansión?

¿Intercambiar la cantera por influencers?

¿O quizá implementar el sistema táctico “Plan Jalisco sin rumbo”?

El análisis político del balón que rebotó

Ahora sí, hablemos como adultos, aunque el tema provoque carcajadas:

Este salto transcontinental futbolero tiene lecturas políticas más profundas que las redes de una portería en final de campeonato.

1. Simbolismo de huida elegante

Que un exgobernador se vaya a entrenar futbolistas a Europa mientras aquí se discuten las condiciones en que dejó el estado, genera un mensaje no escrito:

“Me retiro tantito… nomás mientras bajan las aguas.”

2. Reinvención sin auditoría

Si la política mexicana tiene algo de mágico, es la capacidad de convertir cualquier pasado incómodo en una oportunidad de branding.

Pasar de gobernador a asistente técnico es una jugada tan inesperada que ni Guardiola la vería venir.

3. La fragilidad de la clase política

Que un político de alto perfil busque refugio en un club europeo refleja la falta de mecanismos reales para rendir cuentas y la abundancia de mecanismos para reinventarse… lejos del escrutinio nacional.

4. Impacto para México

Este episodio se suma a la lista de funcionarios que, terminado el mandato, buscan nuevos aires.

Aunque, admitámoslo, pocos se habían ido a entrenar futbol.

La originalidad, si algo, no se le discute.

Las repercusiones jaliscienses:

Del gobierno al despeje largo**

Jalisco, siempre orgulloso y de carácter fuerte, tomó la noticia como quien recibe un pase mal dado en el medio campo:

Con frustración, molestia y un “¡¿por qué hace eso?!”.

Las críticas en redes no fueron simples comentarios:

Fueron una suerte de terapia colectiva, una catarsis pública donde miles recordaron las condiciones en que dejó al estado:

Seguridad cuestionada.

Movilidad atorada.

Infraestructura parchada.

Pleitos políticos con el gobierno federal que nunca beneficiaron a nadie… excepto quizá a su ego.

Mientras tanto, Alfaro celebraba en Instagram su nuevo uniforme deportivo.

Jalisco celebraba, por su parte, no tener que verlo un rato.

Y España… pues España lo recibirá

Allá, en Valladolid, quizá no sepan que su nuevo miembro técnico dejó en Jalisco tantos pendientes como baches en Av. Vallarta.

Pero eso es lo bonito del intercambio cultural: ellos aprenderán lo que es un político mexicano y él aprenderá lo que es un tiro de esquina bien cobrado.

Conclusión:

Entre política y futbol, todos los balones pesan**

La historia de Alfaro llegando al Real Valladolid es una tragicomedia nacional digna del cine mexicano de los setenta:

Un gobernador que se reinventa como entrenador, un pueblo que lo mira con cejas levantadas y un estado que quisiera mejores obras… y no de teatro.

Pero, al final, hay que admitir algo:

En el futbol o en la política, lo que uno deja en la cancha siempre se nota.

Y en Jalisco, los jaliscienses no olvidan ni el fuera de lugar… ni los desatinos de su exgobernador.


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