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El bumerán de la discordia

Por Amaury Sánchez

Por más que algunos políticos quieran jugar al equilibrista, la cuerda floja de la incongruencia siempre termina rompiéndose. La rueda de prensa convocada por el enviado de la Rosa de Guanatos tenía el propósito, al menos en teoría, de dar una muestra de unidad dentro de Morena. Pero lo que vimos fue un espectáculo digno de un ring de lucha libre, donde en lugar de argumentos sólidos, se lanzaron golpes bajos y señalamientos personales.

El gran mérito de este show —si es que tiene alguno— es haber dejado claro que la facción de los “morenistas verdaderos” prefiere incendiar la casa antes que ordenar el cuarto. Atacar a Roberto Guijarro de la forma en que lo hicieron no solo fue innecesario, sino que podría derivar en una queja formal ante la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido. Porque si algo nos ha enseñado la historia reciente de Morena es que la palabra “honestidad” es un comodín que cada grupo usa cuando le conviene.

Y hablando de comodines, el llamado a la “unidad” que hizo el enviado de la Rosa de Guanatos es tan espontáneo como un guion de telenovela. No hace falta ser un experto en política para notar que ese discurso venía con remitente: una consigna dictada desde arriba con el claro propósito de contener daños. Pero si el objetivo era calmar las aguas, terminaron haciendo lo contrario: dejaron en evidencia que la fractura interna está lejos de cerrarse.

Porque, a todo esto, ¿qué pasó con las pruebas sobre las supuestas firmas falsas? Nada. Absolutamente nada. Mucho ruido y pocas nueces. Si de verdad tenían una investigación “sesuda”, como decían, entonces alguien se la comió antes de la conferencia. Lo cierto es que el tema de la remoción y cambio de coordinador sigue en pie, sin que estas declaraciones lo hayan desvirtuado ni invalidado.

Lo curioso de estos pleitos internos es que siempre terminan en el mismo punto: el efecto bumerán. Hoy intentaron apuntar hacia sus adversarios, pero en cuanto se les acabe el impulso, la fuerza de sus propios errores los golpeará de regreso. Que no se sorprendan cuando, en lugar de controlar la crisis, terminen desatando una aún peor.


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