Por Amaury Sánchez G.
«Gobernar es escuchar, comprender y buscar soluciones; y a veces, el valor de un funcionario se mide en la calma que imprime frente a la tormenta.»
En la vasta extensión del Bajío mexicano, donde la tierra huele aún a maíz recién cosechado y el trabajo de los productores define la memoria de generaciones, se libró un episodio que refleja la complejidad de gobernar en tiempos de exigencias sociales intensas. El 14 de octubre de 2025, decenas de miles de agricultores se movilizaron en más de veinte estados, reclamando garantías sobre los precios del maíz y la revisión de políticas comerciales que afectan la soberanía alimentaria. La magnitud de esta movilización evidenció no solo la fuerza del movimiento campesino, sino también la necesidad de un manejo político sensible y estratégico.
El 17 de octubre, el Secretario de Agricultura, Julio Berdegué Sacristán, asumió la responsabilidad de enfrentar la situación con cautela y firmeza. Recibió a los productores de Jalisco, Guanajuato y Michoacán, representando al Frente Nacional por el Rescate del Campo Mexicano (FNRCM), y a pesar de la complejidad del contexto, logró mantener la calma y asegurar que el diálogo no derivara en confrontación. En un escenario cargado de tensión, Berdegué optó por la prudencia y la estructura: coordinó la reunión bajo lineamientos claros, evitando que la protesta se desbordara y garantizando que los productores fueran escuchados sin que el proceso se convirtiera en un caos.
Si bien hubo momentos de fricción —como la decisión de moderar la presencia de los dirigentes nacionales—, esta medida refleja un enfoque de manejo de crisis más que un desprecio hacia las demandas de los campesinos. Berdegué logró mantener el orden y asegurar que la discusión se centrara en compromisos concretos y en la planificación de soluciones a mediano plazo. La “Relatoría de Acuerdos” emitida por la Secretaría de Gobernación refleja ese intento de formalizar compromisos: mantener el diálogo abierto, reunirse dentro de diez días y garantizar que las protestas y manifestaciones se desarrollen de manera pacífica.
El manejo de esta situación por parte del Secretario destaca una virtud pocas veces reconocida en el ámbito público: la capacidad de equilibrar la presión social con la responsabilidad institucional. En un momento en que las tensiones entre productores, corporativos agro-financieros y políticas internacionales podían escalar, Berdegué logró mantener un canal de comunicación abierto, evitando confrontaciones que hubieran afectado la cosecha, la logística y la seguridad de los agricultores.
Los productores del Bajío, conscientes de su derecho a ser escuchados, pudieron expresar sus demandas sin que la reunión se tornara hostil ni improvisada. La decisión de limitar temporalmente la participación de ciertos líderes permitió que la discusión se desarrollara con orden y eficacia, priorizando la agenda de los temas más urgentes. Esta acción, lejos de ser una negación de sus demandas, se puede interpretar como un esfuerzo de gestión responsable, buscando que cada paso del proceso tenga resultados concretos y verificables.
Políticamente, la actitud de Berdegué refleja comprensión de los tiempos y de la presión que implica un país que enfrenta tensiones comerciales y dependencia alimentaria. Su enfoque indica que las decisiones deben tomarse con base en análisis técnicos y diálogo continuo, no solo en reacción a la movilización social. El Secretario mostró que la autoridad no necesariamente se ejerce con desplantes, sino con capacidad de escucha, coordinación y previsión.
Desde la perspectiva social, esta postura contribuye a fortalecer la confianza en las instituciones. Mantener el diálogo y asegurar la pacificación de la movilización, mientras se planifica la atención de las demandas, demuestra que el Estado puede actuar como mediador responsable entre intereses económicos, comerciales y los derechos de los productores. La capacidad de Berdegué para equilibrar intereses y mantener la calma en la mesa de negociación es un ejemplo de gobernanza práctica en un momento crítico.
El Acuerdo de Berdegué, más allá de la retórica, abre una ventana de oportunidad: garantiza continuidad en el diálogo, protege la organización del FNRCM y asegura que la resolución de problemas se construya paso a paso, con orden y responsabilidad. La decisión de reunirse nuevamente dentro de diez días no es una dilación, sino un reconocimiento de que los temas tratados requieren análisis profundo y soluciones sustentables, lejos de decisiones impulsivas que podrían afectar la economía agrícola y la seguridad alimentaria del país.
En este contexto, la labor de Julio Berdegué Sacristán puede apreciarse como un ejemplo de manejo prudente de crisis: un funcionario que no se deja arrastrar por la tensión del momento, que escucha, evalúa y propone un camino ordenado para la resolución de conflictos. La fuerza de los campesinos no se ve disminuida; por el contrario, se canaliza hacia espacios donde su voz puede ser escuchada y traducida en políticas públicas efectivas, sin riesgos innecesarios.
La agricultura mexicana sigue enfrentando retos importantes: la presión de corporativos, los compromisos internacionales y la necesidad de proteger la soberanía alimentaria. En este escenario, la prudencia y capacidad de gestión de los funcionarios es vital. Berdegué ha demostrado que, aun en medio de protestas masivas, es posible mantener la comunicación abierta y garantizar que los procesos sean constructivos. La habilidad de combinar firmeza institucional con apertura al diálogo es un valor que debe reconocerse y apoyarse, porque asegura que las demandas sociales se transformen en políticas públicas concretas y efectivas.
Los productores del Bajío, conscientes de los tiempos y la complejidad del proceso, encontraron en esta postura un espacio seguro para plantear sus demandas y construir acuerdos que protejan sus intereses sin caer en la confrontación directa. Este equilibrio es fundamental para que México mantenga estabilidad social y avance en la defensa de su soberanía alimentaria, demostrando que la cooperación entre gobierno y sociedad es posible cuando se ejerce con respeto, orden y responsabilidad.
Cierre editorial:
El manejo de la situación por parte de Julio Berdegué Sacristán demuestra que la autoridad, combinada con prudencia y apertura al diálogo, puede transformar tensiones en oportunidades. Los campesinos del FNRCM encontraron en su actuar un canal confiable para expresar sus demandas y avanzar en acuerdos que protejan al país y a quienes producen su alimento. La tarea ahora es dar seguimiento, cumplir los compromisos y garantizar que la voz del campo no se pierda en la burocracia, sino que se traduzca en políticas que aseguren un futuro sostenible para México.
Amaury Sanchez
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