Por Amaury Sánchez
En un país donde el sol pega fuerte y la sombra escasea, donde tener un techo es sinónimo de estabilidad pero también de desvelo, el anuncio de que el Infonavit congela 2 millones de créditos es un soplo de aire fresco. A primera vista, pareciera que alguien por fin entendió que la vivienda no es una mercancía: es un derecho, como bien lo recita la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, y como lo confirma la Constitución, aunque a veces pareciera que las leyes sirven más de adorno que de aplicación.
Congelar saldos y mensualidades no es poca cosa. En un país acostumbrado a los incrementos anuales —desde el precio de las tortillas hasta los intereses de las hipotecas—, esta medida representa un respiro para millones de familias. Porque, seamos sinceros, en el periodo neoliberal, muchos acabaron atrapados en un laberinto de deudas: créditos que parecían una buena idea al principio pero que con el tiempo se convertían en bolas de nieve financieras, impagables incluso para el más juicioso.
La medida es un golpe al tablero del juego económico que siempre favorece al grande. Porque en este tablero, mientras el trabajador se desgasta pagando su mensualidad, el gran empresario se frota las manos. Pero ahora, con este congelamiento, la balanza se inclina un poco hacia el lado del que más lo necesita. Y no solo eso, el Infonavit también ofrece descuentos adicionales. Algo así como un “te pasaste de bueno, ahí va una recompensa”.
Eso sí, no faltarán los detractores de la medida, esos que, con camisa almidonada y café en mano, cuestionarán el costo fiscal, la viabilidad económica, o que lanzarán sus típicas frases de sobremesa: “Esto solo fomenta el conformismo”. Pero mientras ellos critican desde sus cómodos sillones, hay millones de familias que podrán dormir un poco más tranquilas sabiendo que su hogar —ese pedacito de cielo comprado a 30 años— no se les escurrirá entre los dedos.
Por instrucciones de la presidenta, dicen. Y aunque en este país no faltan los que desconfían de las buenas intenciones del gobierno, esta vez parece que el objetivo es claro: corregir las injusticias de un sistema que, durante décadas, trató a la vivienda como si fuera un lujo y no una necesidad.
Si eres de los afortunados, no pierdas tiempo. Entra al portal (portales.infonavit.org.mx), revisa si estás en la lista, y disfruta de un raro pero bienvenido momento en el que el sistema parece estar a favor del pueblo. Y si no eres beneficiado, no desesperes, que parece que el rumbo comienza a cambiar.
Porque, al final, como bien se ha dicho: la vivienda no es una mercancía, es un derecho. Y ya era hora de que alguien lo recordara.
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