Por: Amaury Sánchez
En la política, hay dos tipos de personajes: los que se acomodan en su curul y los que se arremangan la camisa para hacer el trabajo en la calle. Alberto Alfaro García es, sin duda, de los segundos. Mientras muchos de sus compañeros de Morena se quedan en el discurso, él ha salido a las plazas, las colonias y los barrios de Jalisco a hablar con la gente sobre la reforma judicial. Y eso, al parecer, le ha ganado más enemigos que aplausos dentro de su propio partido.
Porque en la política mexicana, quien decide acercarse al pueblo corre el riesgo de pisar callos incómodos. Alfaro no solo ha promovido la reforma judicial en foros públicos, sino que lo ha hecho con la participación de académicos y exmiembros del Poder Judicial, con la intención de informar y abrir el debate. Algo que, en un país donde las decisiones suelen tomarse en oficinas alfombradas y no en las calles, parece una osadía imperdonable.
El problema no es la reforma en sí, sino la incomodidad que su activismo ha generado entre sus compañeros de partido. Su distanciamiento con Carlos Lomelí ya era un hecho conocido, pero ahora resulta que en el ayuntamiento de Tlaquepaque, donde gobierna Morena, tampoco lo quieren ver ni en pintura. La última jugada en su contra fue el intento de impedirle la instalación de una mesa informativa en la colonia Las Juntas. Y no, no fue la oposición quien le cerró el paso, sino la delegada de la zona, que actuó con una eficiencia digna de un portero en final de liguilla.
Lejos de quedarse de brazos cruzados, Alfaro alzó la voz y exigió que se tomen cartas en el asunto. Pidió a Laura Imelda Pérez que destituya a la funcionaria que le impidió el ejercicio democrático y le recordó a la administración local que su deber es garantizar espacios para la libre expresión, no cerrarlos por cuestiones de grilla interna. Porque una cosa es la lucha política y otra muy distinta es obstaculizar el derecho de la ciudadanía a informarse y participar.
Aquí la pregunta es: ¿el humanismo y la vocación social de Alfaro tendrán eco en su partido o seguirán tratando de apagar su movimiento a la mala? Porque si algo ha dejado claro este diputado es que su compromiso no depende de alianzas ni simpatías, sino de una convicción de lucha social que, en estos tiempos de pragmatismo descarado, es un bien escaso.
Mientras sus adversarios se ocupan de bloquearlo, él sigue en las calles, donde realmente importa. Y si la historia nos ha enseñado algo, es que quienes se empeñan en callar a los que luchan por el pueblo, tarde o temprano, terminan quedándose sin voz.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.