Por Amaury Sánchez G.
Y ahí lo tienen ustedes, estimados lectores y electores: el pasado domingo 1 de junio, mientras los mortales hacían fila bajo el sol para elegir consejeros judiciales, el excelentísimo gobernador de Jalisco, Don Pablo Lemus Navarro, decidió que ese domingo no era de urnas, sino de urnas…nas para el sol, descanso, y quizá alguna carnita asada.
Pero no se equivoquen, no fue por flojo ni por fifí de sofá: fue por razones patrióticas, filosóficas y hasta metafísicas. En sus sabias palabras: “una elección sin certeza ni interés”. ¡Vaya! O sea, no fue porque no quiso, sino porque no valía la pena. ¡Qué alivio! Y uno aquí creyendo que era apatía, y resulta que era protesta silenciosa. Un acto de heroísmo cívico pasivo-agresivo.
¿Y cómo no íbamos a estar interesados, gobernador?
Total, solo se trataba de elegir a los encargados de impartir justicia en el estado. Cosa de nada. Si queríamos emoción, hubiéramos hecho una encuesta para ver quién es más impuntual: el Poder Judicial o el tren ligero. Pero bueno, el gober nos explica que todo mundo vio lo mismo: una elección aburrida, con menos rating que una telenovela de las 3 de la tarde.
Y ante semejante vacío de emoción, ¿cómo le pedimos al hombre que interrumpa su domingo para votar? No, señores. Esto fue un statement, una postura. Lemus nos dio cátedra de civismo moderno: “si la elección no me emociona, no participo”. Imaginen si todos aplicáramos eso. “No fui a trabajar porque mi jefe no me inspira certeza”, “no pagué la renta porque este mes estuvo sin interés”. ¡Puro sentido común de clase política!
Lemus, el reformador de sofá
Pero que no se diga que el gobernador es puro chisme y cero acción. No señor. El lunes, mientras todos nos recuperábamos de la abstención ciudadana (y de la otra), Lemus salió con una brillante idea: “¡Reformemos el Poder Judicial!”. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Movimiento estratégico? No lo sabemos, pero suena a que si no gana el juego… quiere cambiar las reglas.
Y es que, palabras más, memes menos, nos dijo: “como no me gustó la elección, quiero reformar el sistema”. Imaginen esa lógica aplicada a la vida real: «Como perdí en el UNO, propongo prohibir el +4». ¡Democracia a la carta, señores! Hoy reforma judicial, mañana sorteo de jueces con ruleta rusa, y pasado… juicio popular vía TikTok.
¿Quién necesita votar cuando se puede opinar?
El punto fino aquí —porque sí lo hay, aunque esté entre risas— es que el gobernador de Jalisco no solo decidió no votar, sino que convirtió su abstención en espectáculo. No es un ciudadano más que no fue por flojera o porque se le olvidó la credencial. Es el jefe del Ejecutivo estatal, el que debería ser ejemplo de participación cívica. Y en vez de eso, echó en cara que la elección fue aburrida… y que por eso no fue.
Imaginen si todos los gobernadores se pusieran de sentimentales con las urnas. “No voté porque no sentí química con la boleta”, “no voté porque me recordó a mi ex”. ¡Voto con emociones, no con convicciones! Así no hay democracia que aguante.
Y lo peor: tenía razón… pero la dijo mal
Porque seamos honestos: sí, la elección judicial fue fría, técnica, gris como pared de juzgado. Muy poca gente sabía por qué votaba o por quién. Las campañas fueron tan carismáticas como una línea de código penal. Pero esa es precisamente la chamba del gobierno: explicar, motivar, involucrar. No es nomás decir “estuvo feo” y salirse por la tangente. ¡Eso lo hacemos los tuiteros, no los gobernadores!
Además, pedir una reforma justo después de ignorar el proceso es como no ir a la boda y luego criticar el pastel. No, don Pablo, así no se puede.
¿Qué pretende, mi estimado Lemus?
No hay que ser pitoniso para sospechar que esto huele a movida política: restarle valor al actual sistema, para luego proponer el suyo. Uno más “ciudadano”, más “de confianza”, más… ¿alineado a Palacio? O quizá solo quiere salir en la foto con toga y birrete.
Pero si va a reformar al Poder Judicial, que lo haga con todos los ingredientes: participación, debate, transparencia, y, por favor, que no lo agarre de pretexto para elegir jueces como si fueran parte del gabinete. Porque no se trata de que la justicia se vista de naranja o de guinda, sino de que sea ciega, imparcial… y un poquito menos lenta, si se puede.
Reflexión final, con toque de epílogo chusco
Si el gobernador no vota porque le aburre la elección, ¿qué sigue? ¿No gobernar porque le aburre el Congreso? ¿No firmar decretos porque le aburren los sellos? ¿No pagar su predial porque le aburre el SAT?
La democracia no es Netflix: no tiene que entretenernos todo el tiempo. Y los gobernadores, en lugar de huirle al trámite cívico, deberían ponerle emoción al asunto: explicar por qué importa, invitar a participar, y sí, ejercer su voto, aunque sea con la nariz tapada.
Así que, querido Lemus, si lo que quiere es reformar, empiece por su actitud ante el proceso democrático. Porque reformar sin votar es como querer cambiar el menú sin entrar al restaurante. Y si de plano se aburre tanto con la justicia, pues que se postule para juez de La Academia, donde por lo menos hay drama, lágrimas… y no faltan votos.
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