Close

A decir verdad ¡CON LOS NIÑOS NO!


Por, Rubén Iñiguez

El hallazgo de tres niñas sin vida en Hermosillo, Sonora, representa una de las tragedias más estremecedoras de los últimos años. Las víctimas eran dos gemelas de ocho años y su hermanita de seis, cuyos cuerpos fueron encontrados abrazados bajo un árbol, en una zona desolada de la carretera 36 Norte. Tenían impactos de bala y habían sido abandonadas como si su existencia no valiera nada. Días antes, el cuerpo de su madre había sido localizado a unos kilómetros de distancia.

El dolor que esta escena provoca va más allá de las cifras. No se trata solo de un caso más de violencia, sino de un acto brutal que golpea directamente al corazón de cualquier sociedad. La infancia es, o debería ser, lo más sagrado. Cuando el crimen alcanza a los más pequeños y vulnerables, no hay justificación posible ni espacio para la indiferencia.

México lleva años acumulando estadísticas de horror, pero cada vez que una tragedia como esta ocurre, la realidad se impone con una crudeza imposible de ignorar. El crimen ha desbordado todos los límites, y hoy no respeta edades, inocencias ni vínculos familiares. La imagen de las tres niñas abrazadas refleja el terror, pero también el último gesto de amor que fueron capaces de ofrecerse entre sí.

El colectivo Buscadoras por la Paz, que encontró los cuerpos, no debería ser quien haga el trabajo que corresponde al Estado. Son madres, hermanas, mujeres valientes que caminan entre la desesperación y la esperanza. Su testimonio no solo es desgarrador, también es una denuncia constante de la omisión institucional. La impunidad se ha vuelto costumbre, y eso es lo más peligroso.

El crimen no solo arrebata vidas, también descompone los valores más elementales. Crecer en un país donde asesinan niñas genera generaciones rotas, resentidas y con miedo. No hay futuro cuando los niños no tienen presente. Y no hay presente cuando la justicia no alcanza a protegerlos.

Este caso debe marcar un antes y un después. No por lo mediático, sino por lo simbólico. Si como sociedad no somos capaces de reaccionar con firmeza ante el asesinato de tres niñas, entonces ya no queda nada que defender. La normalización de la barbarie es el principio del colapso moral de cualquier nación.

El Estado debe garantizar justicia y protección a la niñez sin excusas. No basta con abrir carpetas de investigación ni con emitir comunicados de condolencia. Es momento de asumir la responsabilidad total. Las instituciones tienen la obligación de asegurar que ninguna niña más muera en condiciones tan crueles, ni que sus muertes se pierdan en el olvido burocrático.

El país entero debe voltear a ver a Hermosillo, no como una tragedia aislada, sino como un reflejo doloroso de lo que ocurre cuando el crimen le gana al Estado y la apatía le gana a la sociedad. Las niñas no regresarán, pero su memoria puede convertirse en un llamado irrenunciable a defender lo que aún queda de humanidad.


Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

0 Comments
scroll to top