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Informe con aroma a plaza pública: José Luis Sánchez y su tarde de aplausos en Guadalajara

Por Amaury Sánchez G.

Entre discursos sociales, invitados de peso y fotos para el recuerdo, el diputado federal arma su primer informe en pleno centro de la ciudad. Hubo promesas, hubo lágrimas… y hubo quien dio más lustre al evento que el propio anfitrión.

Los sábados en Guadalajara suelen oler a birria, a bolillo con crema y a sudor de camellón. Pero este sábado olió distinto: olió a micrófonos nuevos, a carpa instalada al vapor y a discursos recién planchados en la oficina. El diputado federal José Luis Sánchez González se aventó su primer informe de actividades y lo hizo en pleno centro de la ciudad, como si quisiera dejar claro que él también tiene derecho a ocupar la vitrina pública, aunque sea por un par de horas.

Lo curioso no fue el acto en sí —ya sabemos que los informes suelen ser más espectáculo que balance—, sino la nómina de invitados que se apretujó en las primeras filas. Estaban Erika Pérez, presidenta de Morena en Jalisco; las diputadas Marcela Michel y Claudia García; el diputado estatal Sergio Martín; su tocayo federal Javier Guízar… hasta ahí, la pasarela normal. Pero luego vinieron los pesos pesados de verdad: Juan Huerta, secretario general de la CTM, y el jurista José de Jesús Salazar Zazueta. Dos invitados que, para decirlo pronto y mal, le dieron al informe más caché del que el propio Sánchez podía presumir por sí mismo.

Porque seamos francos: tener a Juan Huerta en el evento es como meter a un delantero estrella en un partido de barrio. Su sola presencia elevó la tarde de un mitin cualquiera a un acto con tufo de trascendencia sindical. Y lo de Zazueta es todavía más simbólico: su figura de jurista serio, conocedor, con voz de toga y estrado, es una bandera que ondea alto y anuncia: “este evento no es cualquier cosa, aquí se codea la política con la ley”.

La plaza como escenario

El lugar elegido fue el corazón de Guadalajara. ¿Por qué allí? Pues porque no hay foro más barato ni más rendidor que una plaza pública. Es como poner un puesto de tacos en la esquina más transitada: algunos llegan por curiosidad, otros por hambre, y muchos nomás porque no había dónde estacionar. El diputado apostó por la visibilidad, y eso tiene mérito: no se escondió en un salón con aire acondicionado, sino que se expuso al sol, al polvo y al juicio implacable de los transeúntes.

Pero ojo: la plaza pública tiene doble filo. Allí los aplausos suenan fuerte, pero los bostezos también. Y más de un curioso se preguntaba, mientras pasaba rumbo al mercado: “¿Quién es este señor que habla tanto de pensiones y becas?”.

El menú del día: promesas y más promesas

El discurso fue un desfile de buenas intenciones. José Luis Sánchez González presumió como si fueran trofeos las iniciativas sociales:

Adelantar la pensión a las mujeres desde los 60 años.

La beca Elisa Acuña.

La reforma que promete que el salario mínimo siempre irá por encima de la inflación.

El regreso de los ferrocarriles, como si nos fueran a devolver el silbido nostálgico de los trenes en cada esquina.

Todo suena precioso. Tanto, que dan ganas de aplaudir con las dos manos y los pies. Pero ya sabemos cómo funciona este teatro: los anuncios son de primera, la ejecución es de tercera, y a la hora de la verdad los beneficiarios se quedan esperando con el plato vacío.

Porque no basta con anunciar pensiones o trenes: hay que decir quién paga, cuánto cuesta, cómo se hace. Y en eso, el informe fue como esos menús que traen fotos de platillos gourmet, pero que cuando llegan a la mesa resultan ser puro arroz con huevo.

El tema doloroso: desaparecidos

Entre tanta promesa social, el diputado no esquivó el asunto más lacerante de Jalisco: los desaparecidos. Habló de las madres buscadoras con tono solemne, se dijo conmovido, indignado, avergonzado. Y el público, respetuoso, guardó silencio.

Pero aquí hay que ser francos: un discurso no devuelve a nadie a casa. La empatía es necesaria, pero no suficiente. A las madres buscadoras no les alcanza con que un político se indigne en público; necesitan recursos, equipos de búsqueda, fiscales que trabajen y policías que no estorben. Y de eso, poco o nada se dijo.

El diputado tocó la herida, sí, pero la dejó sin cura. Y en Jalisco, esa herida sangra todos los días.

La foto sindical: Juan Huerta, el invitado de oro


Si hay algo que le dio brillo al evento, fue la silla ocupada por Juan Huerta, secretario general de la CTM en Jalisco. Su sola presencia cambia la lectura política del informe. Porque mientras los demás invitados daban legitimidad partidista, Huerta dio legitimidad social. Es decir: con él allí, el acto ya no fue sólo un mitin de Morena, sino una cita donde el sindicalismo se dejó ver y se dejó sentir.

Huerta no necesita hablar mucho para marcar territorio. Basta su rostro, su nombre en la lista de invitados, para mandar un mensaje: “aquí también está el mundo del trabajo organizado”. Y en un estado donde la CTM sigue teniendo eco, eso vale más que cien discursos adornados.

El jurista en escena: Salazar Zazueta como bandera

Y si Huerta fue músculo social, José de Jesús Salazar Zazueta fue estandarte moral. Tenerlo sentado en el evento es como ponerle sello de notario a la política: el mensaje es “no estamos improvisando, aquí hay ley, hay juristas, hay rigor”.

No cualquiera puede presumir la asistencia de un jurista respetado en un acto político. Es una bandera que ondea alto y que distingue. Mientras unos llevan porra, Sánchez llevó a Zazueta. Y esa diferencia cuenta: porque mientras la porra grita y se va, el jurista representa seriedad y memoria.

Balance entre luces y sombras

Lo positivo:

Visibilidad en el centro de Guadalajara.

Acompañamiento de figuras de Morena.

Presencia sindical de Juan Huerta, la joya de la tarde.

Invitación al jurista Zazueta, que le dio lustre de solemnidad y bandera moral.

Lo negativo:

Promesas sin ruta clara de ejecución.

Discurso emotivo sobre desaparecidos sin propuestas concretas.

Dependencia de fotos y respaldos que, sin resultados, se convierten en espejismos.

¿Gestor o aspirante?

El informe de José Luis Sánchez González fue más que un acto de rendición de cuentas: fue un ensayo de proyección política. Se mostró como gestor de recursos, como aliado del partido, como sensible ante las tragedias sociales y, gracias a sus invitados, como alguien con conexiones sindicales y jurídicas de peso.

La pregunta es inevitable: ¿es un diputado que trabaja en su distrito o un político que ya piensa en cargos más altos? Porque si la jugada fue mostrar respaldo y músculo, lo logró. Si la jugada fue convencer a los ciudadanos de que sus promesas tienen sustento, ahí quedó debiendo.

Epílogo con humor negro

Al final, el informe fue como esas funciones de lucha libre en la Arena Coliseo: el público va por espectáculo, los luchadores se reparten llaves y patadas, y siempre hay uno que se roba la función aunque no sea el estelar.

Aquí pasó igual. El estelar era José Luis Sánchez, pero el que más puntos sumó fue Juan Huerta, con su sola presencia de sindicalista curtido. Y el que dio más categoría al evento fue José de Jesús Salazar Zazueta, jurista que se volvió bandera.

El resto fue lo de siempre: discursos, fotos, promesas. Un mitin con aroma a plaza, aplausos de cortesía y el recuerdo de que en la política, muchas veces, los invitados valen más que el anfitrión.


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