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Villas Panamericanas: el fraude con vista al bosque

Por Amaury Sánchez G.

Hay fraudes chiquitos, de esos de colonia donde el tendero se pasa con el peso de los frijoles, y hay fraudes de categoría olímpica, como el que nació en el Bajío de Zapopan con la sonrisa de Juegos Panamericanos y terminó con la mueca de Avaterra, alias “Villas Panamericanas”.

El proyecto empezó con la promesa de oro: albergar atletas, dejar un legado urbano, presumir modernidad. Pero terminó siendo un elefante blanco, maquillado con certificado de habitabilidad y perfumado con discursos oficiales, mientras por debajo de la alfombra corría el río turbio de créditos, favores y escrituras a conveniencia.

¿Y quiénes fueron los genios financieros detrás del desfalco? Apunten nombres:

Constructora Corey (de Manuel Castelazo y Hugo Rodríguez), señalada desde 2011 como la principal beneficiaria de los contratos de construcción.

Carlos Andrade Garín, ex rector de la UdeG y presidente del Comité Organizador de los Juegos Panamericanos 2011, cuyo nombre aparece en investigaciones periodísticas por su rol en la operación del proyecto.

Ex funcionarios estatales del sexenio de Emilio González Márquez (PAN), que autorizaron los permisos ambientales y financieros pese a las advertencias de que la zona era área de recarga hídrica.

Notarios públicos que validaron escrituras y movimientos irregulares, hoy bajo la lupa de la Fiscalía y del propio gobernador.

Red empresarial de 39 compañías y 77 personas, identificadas por la Fiscalía, que habrían montado el entramado de contratos simulados y préstamos inflados para sangrar al FOJAL.

FOJAL, ese fondo que debería servir para impulsar empresarios jaliscienses, amaneció convertido en caja chica del fraude. Como si la Villa fuera un casino donde todos apostaron con dinero público, y al final el que perdió fue el pueblo.

La Fiscalía de Jalisco dio esta semana un golpe que suena fuerte: tomó posesión ministerial de 340 viviendas y dos áreas comunes. ¿Y los compradores? Pues tranquilos, no los van a sacar… al menos no de sus departamentos, pero sí de la ilusión de que vivían en un hogar limpio de manchas legales.

Pablo Lemus, gobernador y político con olfato de campaña, salió a prometer justicia: castigo a empresarios, sanciones a notarios, recuperación de lo robado. Suena bien, pero en Jalisco ya sabemos que las promesas entran al palacio con bombo y platillo y suelen salir por la puerta de atrás con una disculpa notariada.

Este caso es un manual de cómo se hace fraude a varias manos: unos ponen el terreno en zona protegida, otros firman permisos, otros facilitan escrituras, y al final FOJAL presta como si fuera banco suizo. Resultado: millones perdidos, un bosque ofendido y un conjunto habitacional que en vez de ser “Villa Olímpica” parece “Villa del Fraude”.

Lo cierto es que aquí nadie pierde más que el pueblo… o quizá no: esta vez, con el aseguramiento, México (y Jalisco) tienen la oportunidad de que la justicia no se quede en discurso. Porque si de algo puede servir este fraude, es de ejemplo: que no hay megaevento, ni empresario influyente, ni notario de apellido largo que pueda esconderse siempre detrás del amparo.

Y mientras tanto, las Villas Panamericanas siguen ahí, con vista al bosque de La Primavera, recordándonos que en Jalisco el verdadero deporte extremo no son los Panamericanos, sino sobrevivir al saqueo con humor y memoria.


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