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El quórum ausente y los diputados de bolsillo! dejan solo al presidente de la Comisión de Vigilancia Alberto Alfaro

Por Amaury Sánchez G.

En política no basta con ocupar la curul: hay que honrarla. El reglamento del Congreso es claro: el presidente de comisión convoca con citatorio firmado, orden del día definido y documentos circulados con antelación. En la Comisión de Vigilancia, presidida por el diputado Alberto Alfaro García, esos requisitos se han cumplido con rigor. Trece convocatorias lo demuestran. Pero de ellas, varias de estas se hundieron en la orfandad del quórum.

¿Quiénes fallaron? No se trata de rumores, sino de hechos. La primera en la lista de la desvergüenza es la diputada Alejandra Giadans Valenzuela, de Movimiento Ciudadano, quien solo se presentó para tomar protesta y desde entonces su silla permanece vacía, como monumento a la indolencia.

Le sigue el diputado Guadalupe Buenrostro, del Partido Verde, que ha hecho del ausentismo una rutina, como si vigilar el destino de los recursos públicos fuera un capricho menor y no la esencia de su mandato.

Y tampoco se libra el diputado Sergio Martín, del Partido del Trabajo, que con su inasistencia constante ha convertido la parálisis en complicidad.

Estas ausencias no son un simple número en las actas: son una bofetada al pueblo de Jalisco. Porque hablamos de la Comisión de Vigilancia, la más importante del Congreso del Estado, la que revisa cómo se gasta cada peso de los ciudadanos. Y cuando quienes deben vigilar deciden desaparecer, lo que fracasa no es el procedimiento: lo que fracasa es la representación misma.

Alberto Alfaro ha cumplido. Convoca en tiempo, circula documentos, abre espacios de consenso, documenta las faltas y vuelve a citar. Ha hecho lo que el reglamento exige. Pero la ley no puede suplir la voluntad política de tres legisladores que se esconden detrás de su apatía.

Por eso la conclusión debe ser clara, sin matices: si Giadans, Buenrostro y Martín no van a trabajar, que renuncien. Que dejen la silla a alguien que sí entienda que representar al pueblo es un deber, no un sueldo.

El Congreso no necesita diputados de bolsillo, necesita representantes de verdad. Y la ciudadanía tiene derecho a señalar con dedo firme a quienes han convertido la vigilancia en un acto de ausencia.

La política no se honra con discursos huecos, sino con presencia, trabajo y responsabilidad. Quien no entienda eso, está de más.


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