Por Amaury Sánchez G.
En otras noticias que no le sorprenden ni a Doña Pelos, Estados Unidos —con la solemnidad de quien reparte estampitas del Apocalipsis— nos ha trepado al podio de los Adversarios Extranjeros. Sí, leyeron bien: México ya comparte camerino con Rusia, China e Irán. Nos pusieron en la misma mesa donde se discuten guerras, sanciones y cómo volarse secretos nucleares… y nosotros apenas si tenemos funcionando el Metro y un sistema de citas en el IMSS.
¿Qué sigue? ¿Ver a AMLO con capa y parche en el ojo como un villano de Marvel, lanzando discursos desde el Popocatépetl con una risa malvada de fondo? ¿O a Sheinbaum manejando un dron cargado de guacamole radioactivo directo a la Casa Blanca? Señores, ¡esto ya no es diplomacia, es fantasía geopolítica patrocinada por Fox News!
La noticia cayó como bomba (de esas que ya ni hacen falta porque las redes las explotan más rápido que cualquier misil): el tío Sam, ese viejo cascarrabias del Norte, nos echó al costal de los malosos globales. Un costal que, dicho sea de paso, huele a sanción, a espionaje, y a veto de Visa americana con dirección a Disneylandia.
Y claro, uno se pregunta: ¿Qué hicimos para merecer tanto honor?
¿Tendremos hackers en Tehuacán espiando al Pentágono con computadoras Compaq del 2003?
¿Estamos financiando revoluciones en Alabama con bitcoins del Tianguis del Sol?
¿O será que el tequila ya está causando más estragos en Washington que el mismísimo vodka de Putin?
La respuesta es más terrenal y menos hollywoodense: lo que hicimos fue molestar electoralmente a Trump.
Porque el expresidente, ahora candidato-showman en plena temporada de primarias, necesita enemigos para su reality geopolítico. Y como China le sale cara, Rusia da miedo e Irán no tiene subtítulos fáciles, pues ¡vamos con México, que al menos tiene memes y frontera compartida!
Lo que más duele no es el señalamiento (que ya es tradición sexenal), sino la cara de póker con la que nuestro gobierno responde.
—“Estamos solicitando información a las autoridades estadounidenses…”
—“No hay evidencia concreta…”
—“Seguimos siendo socios estratégicos…”
Sí, claro. Como si a uno lo invitaran a una boda, lo sentaran junto a los exnovios tóxicos y luego le dijeran: “Pero sigue bailando, eh, porque eres muy importante para nosotros”.
Estados Unidos nos quiere de aliados cuando le conviene:
Para detener migrantes: “Aliado confiable”.
Para comprar su maíz amarillo mutante: “Socio comercial prioritario”.
Para culpar de su epidemia de opioides: “Narcoestado permisivo”.
Y ahora, para quedar bien con su electorado ultra: “Adversario oficial”.
¿Y nosotros? Pues como siempre: con el nopal bien plantado y la sonrisa diplomática, pidiendo respeto mientras nos escupen en inglés con subtítulos en CNN.
Pero ojo, que si nos van a meter a esa lista, ¡mínimo dennos los beneficios!
— Queremos espías con acento chilango.
— Aviones sigilosos que puedan aterrizar en Santa Lucía sin perder el tren del AIFA.
— Un discurso en la ONU donde el embajador mexicano declare: “Sí somos enemigos, pero con buena vibra y presupuesto limitado”.
Porque si algo sabemos hacer los mexicanos es adaptarnos.
Si nos echan del G20, organizamos el G-Tamal.
Si nos niegan las visas, abrimos “Disney Tláhuac”.
Y si nos catalogan como amenaza, respondemos como siempre: con sarcasmo, un mariachi y un pozole que cura cualquier conflicto internacional.
Así que, estimado lector: no se asuste, pero tampoco se ría del todo. Porque esta vez, lo que parece una jalada de campaña puede convertirse en un balazo diplomático con consecuencias reales.
Y mientras la geopolítica se descompone como yogur olvidado en frontera, aquí seguimos… bailando entre sanciones, tratados y mañaneras, como si nada. Porque si México es enemigo, ¡que al menos nos pongan en los créditos iniciales del caos global!
Fin del comunicado. Nos vemos en el próximo capítulo: “Trump, AMLO y el muro que da vueltas como molinillo de chocolate”.
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