Por Carlos Anguiano
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Hoy deseo compartirles una reflexión personal. Los mexicanos tenemos la necesidad de iniciar un proceso de reflexión profunda para replantear cuales son nuestras prioridades como sociedad ante nuestro gobierno. La pregunta de ¿Y necesitamos esperar al gobierno o la sociedad puede organizarse, iniciar, concientizar, crear cultura, ponerse en acción y saber que el gobierno atenderá a una sociedad organizada y se sumará a un esfuerzo colectivo planteado y pensado constructivamente, bien intencionado, apartidista, que participe y sume adeptos, expandiéndose de manera natural, por los cauces sociales, por los caminos de la gente, sin necesidad de partidos políticos y libre de financiamiento y presión gubernamental.
Es cierto que los partidos de oposición no han dado la talla ni la batalla; también lo es, que ningún gobierno es perfecto y que todos pueden tener áreas de mejora y oportunidades de hacer mejor, gastar menos, cubrir y satisfacer con eficacia y con eficacia los servicios públicos y la atención a la población. Pero la parte más importante, es que independientemente de lo que hagan los políticos, los gobernantes, las clases y cúpulas políticas, la suma de esfuerzos y la capacidad de crear de la sociedad, a pesar de ser tan grande, esta desperdiciada.
Los mexicanos hemos encontrado en los errores de los políticos, en las pifias del pasado, en la dispensa simple de los errores, en la normalización de los abusos y en otras desgracias de la cotidianidad política, el terreno fértil para encontrar pretextos, excusas y falsos motivos para apartarnos de la vida pública, del trabajo comunitario, de la participación ciudadana y de la supervisión de nuestros gobernantes. Siempre habrá buenos motivos para dedicarle tiempo y esfuerzo a tareas que sirvan para mejorar nuestra colonia, nuestra comunidad, nuestra ciudad, nuestro estado y nuestro país.
Deseo convencerles de que los ciudadanos tenemos capacidad, talento, emoción y posibilidades de transformar el lugar en el que vivimos. El reto es realizar construcción de ciudadanía activa, no para competir ni disputar con los gobiernos federal o locales, sino para generar energía social y fortalecer el poder de hacer que las cosas sucedan e influir en la toma de las decisiones que afectan nuestra vida personal, familiar y comunitaria. La energía social es imparable. Una sociedad unida, modifica, corrige, establece y mejora el funcionamiento de todas sus estructuras, incluido el gobierno.
No debemos esperar a que desde el gobierno nos digan siempre que, cuando, como y para que hacer las cosas. Si invertimos la ecuación, la mayoría de la población podría enderezar a su gobierno, retomando la representación, sintiéndonos orgullosos de ser tomados en cuenta y de ser parte de la construcción de nuevas soluciones para vencer problemas añejos y también para actualizarnos ante la dinámica social y la vertiginosa velocidad con que se vienen dando los cambios en el mundo y por ende, en nuestro país.
Debemos vencer la apatía y dedicar parte de nuestros conocimientos, de nuestro tiempo, de nuestra actividad cotidiana, invirtiéndola en la tarea nacional más importante de nuestro tiempo: crear una nueva cultura nacional, con gente positiva, emprendedora, trabajadora, honesta, que sea solidaria, que sea sensible a la desigualdad y que enfrente las brechas que de ahí se desprenden, para sacar adelante a un país que necesita más cultura, más acción, más labor compartida y menos política. Hagamos lo que los políticos dejaron de hacer, no hicieron, no supieron cómo y deberían de estar haciendo. No esperemos a que ellos hagan lo que te conviene a ti, a mí, a nuestra comunidad y a la sociedad en general.
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