Por: Amaury Sánchez G.
Dicen que no hay peor sordo que el que quiere gobernar a gritos. Y al parecer, el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, creyó que podía tocarle la campanita a la Universidad de Guadalajara para que marchara al ritmo de sus ocurrencias presupuestales. El viernes pasado, en una de esas reuniones que parecen más escenografía que política pública —esta vez con colectivos de búsqueda de desaparecidos—, al mandatario se le ocurrió anunciar que la UdeG pondría 200 millones de su presupuesto para instalar cámaras, lámparas y señalética en los planteles.
Todo muy bonito… salvo por un pequeño detalle: ni la UdeG estaba presente ni había sido consultada. Y no solo eso, el anuncio fue como si alguien más decidiera en qué debe gastar una universidad autónoma, como si la Constitución fuera un volante de Casa Jalisco.
Pero la historia no se quedó en un “sabadazo” sin respuesta. El lunes siguiente, la flamante rectora general Karla Planter, desde su bastión en el Centro Universitario de los Altos, soltó una cátedra sin necesidad de mencionar al gobernador por su nombre. Bastó con recordarle a todos —y en especial al destinatario del mensaje— que la autonomía universitaria no se negocia, no se regatea y mucho menos se ordena desde el Ejecutivo estatal. El Consejo General Universitario, dijo, es el único que decide cómo se gasta el presupuesto. Punto. Y Planter, con voz serena pero firme, le puso el alto al gobernador sin levantar la voz, pero dejando claro que topó con pared… de cantera universitaria.
Y mientras el gobernador procesaba el “tú no mandas aquí”, en redes sociales la FEU —esa que siempre se las ingenia para meterle sabor al caldo—, le dio la vuelta a la tortilla con ironía: “¡Gran noticia! El gobernador invertirá 200 millones de pesos para la seguridad de los estudiantes de la UdeG”, posteó su presidenta. Aplausos, risas, y uno que otro coraje en Casa Jalisco.
Ahora, la pelota está en la cancha del gobernador. Tiene de dos: reconocer su metida de pata y buscar una colaboración con respeto a la autonomía, o doblar la apuesta, politizar el pleito y echarle la culpa a la universidad de lo que es, en realidad, responsabilidad del gobierno: garantizar la seguridad de la ciudadanía.
La historia ya nos dio una versión parecida: Enrique Alfaro también creyó que podía someter a la UdeG… y terminó en una guerra de desgaste que solo le restó apoyos. Si Lemus decide abrir otro frente, lo hará en un momento en que la violencia en Jalisco arde, los desaparecidos duelen, y las urnas ya se huelen en el aire.
Mientras tanto, la UdeG sale fortalecida, con una rectora que sabe marcar límites, y una comunidad universitaria que ha hecho de su autonomía un símbolo y una trinchera.
En política, dicen, no se empuja una puerta que se abre sola. Pero en Jalisco, parece que alguien quiso patearla… y se la devolvieron en la cara.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.