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Austeridad republicana… ¿o austeridad selectiva?


Por Amaury Sánchez

Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la llamada austeridad republicana se convirtió en una bandera de su gobierno. La reducción del gasto público, la eliminación de privilegios, la desaparición de fideicomisos y los recortes a diversas áreas del gobierno federal fueron duramente criticados por opositores, empresarios y medios de comunicación. Se hablaba de un “desmantelamiento” del Estado, de un gobierno que prescindía de profesionistas especializados y de decisiones que llevaban a la ineficiencia administrativa.

Pero avancemos en el tiempo y crucemos la frontera. Ahora, en Estados Unidos, se vive una situación similar (o peor), pero con un matiz interesante: el recorte de miles de empleos federales no lo está ejecutando un líder de izquierda populista, sino una administración republicana de derecha, con el multimillonario Elon Musk al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). ¿Y qué ha sucedido? Miles de empleados federales, desde técnicos forestales hasta expertos en salud pública, han perdido sus empleos en aras de la reducción del gasto.

Es curioso cómo en México se satanizó la reducción de plazas en el gobierno con discursos de “autoritarismo” y “destrucción institucional”, pero en EE.UU., cuando el recorte se hace con una narrativa empresarial, bajo la batuta de un ícono del capitalismo, el tono cambia: ahora es una cuestión de eficiencia y optimización de recursos.

Las historias que emergen del despido masivo en EE.UU. son desgarradoras: un guardabosques que dedicó su vida a la conservación ambiental y ahora se enfrenta al desempleo; una experta en regulación financiera que dejó un mejor salario en la iniciativa privada para trabajar por el bien público, solo para encontrarse en la calle y embarazada sin seguro de salud; un técnico forestal que ahora solo encuentra empleo como cocinero en un restaurante de pollo frito. La realidad golpea con la misma crudeza sin importar la bandera política.

Lo que en México se criticó como un atentado contra la burocracia especializada, en EE.UU. se vende como una necesaria “limpieza” gubernamental. Lo cierto es que, en ambos casos, los efectos son similares: miles de trabajadores lanzados a la incertidumbre, un sector público debilitado y, en muchos casos, una afectación real en áreas estratégicas como el medio ambiente, la salud y la regulación financiera.

Al final, la austeridad es un arma de doble filo. En México, se implementó con la promesa de acabar con los excesos del pasado, pero se argumentó que afectó programas y servicios clave. En EE.UU., la misma receta aplicada por una administración de derecha, con el sello de un empresario famoso, tiene efectos similares, aunque con una cobertura mediática distinta.

La pregunta es: ¿la austeridad es mala por sí misma, o solo lo es cuando la aplica un gobierno que no encaja en la narrativa tradicional del poder?


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