Por Amaury Sánchez
Dicen que en política no hay coincidencias, pero a veces la realidad nos regala escenas que parecen sacadas de un guion de comedia. En un mítin multitudinario, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump—sí, el mismo que hace unos años quería hacernos pagar un muro con la tarjeta de crédito de la dignidad nacional—confirmó lo dicho por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo sobre el diálogo que sostuvieron respecto al fentanilo y la campaña de concientización en México para prevenir los estragos de esta droga.
Imagínese usted el momento: Trump, en su clásica pose de ceja levantada y gesticulación de vendedor de bienes raíces en apuros, diciendo: “Hablé con Claudia, una mujer tremenda, fantástica, nunca antes vista, de verdad lo digo”. Y en México, Sheinbaum, con su tono doctoral, informando que el magnate de la cabellera imposible está alineado con la causa. Si uno no supiera de geopolítica, pensaría que estos dos están planeando abrir una franquicia de centros de rehabilitación.
El tema, claro, es serio. El fentanilo es una crisis de salud pública en EE.UU., y aunque aquí en México todavía no nos pega con la misma magnitud, es un problema que ya nos toca las puertas. Y mientras el vecino del norte busca desesperadamente frenar la epidemia, en México apostamos por la concientización. O sea, mientras allá intentan apagar el fuego con una manguera, aquí ponemos carteles que dicen “Cuidado con el fuego”.
Lo curioso es que Trump, quien en su versión previa como presidente nos culpaba hasta del cambio climático y nos amenazaba con aranceles si no deteníamos el tráfico de drogas, ahora parece haber encontrado en Sheinbaum una aliada inesperada. Tal vez sea porque ya no tiene a AMLO para su clásico dúo de “fuchi, guácala”, o porque simplemente le encanta sorprendernos con sus repentinos cambios de guion.
En cualquier caso, queda claro que la política es el arte de las asociaciones insólitas. Hoy Trump y Sheinbaum coinciden en un tema espinoso, y el tiempo dirá si este nuevo romance diplomático da frutos o si, como la peluca del republicano, es solo algo pasajero y poco confiable.
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