Por Amaury Sánchez
Si usted pensaba que en política el amor verdadero no existe, permítame presentarle el idilio más reciente de la escena jalisciense: el tierno y pragmático acercamiento entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Movimiento Ciudadano (MC). Un romance que, como en las mejores telenovelas, empezó con miradas discretas en campaña y hoy es un matrimonio por conveniencia con pacto de bienes compartidos, aunque los bienes en este caso sean públicos.
La boda simbólica la oficializaron Laura Haro y Jesús Pablo Lemus, dos tortolitos políticos que en su momento negaron cualquier coqueteo, pero que ahora comparten intereses como si de una pareja consolidada se tratara. Atrás quedaron los días en que el PRI jugaba a ser la oposición; hoy prefiere ser el cómplice estratégico, el amigo con beneficios, el socio en el poder.
Para endulzar el trato, Priscila Franco, secretaria del Sistema de Asistencia Social, ha desplegado una serie de programas sociales que harían llorar de emoción a cualquier manual de populismo bien ejecutado. La reinstauración de las estancias infantiles, las guarderías nocturnas y el acceso gratuito a tratamientos de enfermedades crónicas suenan como un cuento de hadas. Pero ya sabemos que en política, cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, es porque probablemente hay una factura oculta.
La pregunta que flota en el aire como confeti de mitin es: ¿Estos programas benefician realmente a la población en su conjunto, o son un guiño de ojo al PRI para ayudarle a recuperar algo de la dignidad electoral que perdió en 2024? Porque si bien es cierto que la asistencia social es una necesidad, también es cierto que en tiempos de alianzas inesperadas, todo favor tiene su precio y todo programa tiene su clientela política.
El dilema se extiende a nivel nacional, donde el PRI y el PAN han optado por una estrategia de conciliación con el gobierno de Claudia Sheinbaum. Al parecer, la oposición ha cambiado el megáfono de la protesta por el susurro negociador. En un país acostumbrado a la polarización, la unidad nacional suena bonita, pero también se parece mucho a la supervivencia política disfrazada de patriotismo.
En conclusión, en Jalisco estamos presenciando una reconfiguración de los afectos políticos. La pregunta no es si este romance entre MC y PRI será duradero, sino cuánto nos costará a los ciudadanos la luna de miel. Y, sobre todo, quién se quedará con la cuenta cuando el amor se acabe.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que La Verdad Jalisco no se hace responsable de los mismos.