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“Justicia dormida y los que sí despiertan”

Por Amaury Sánchez

Si hay algo más sigiloso que un gato caminando en la noche, es la reforma al Poder Judicial en Jalisco. Ahí está, avanzando despacito, sin ruido, sin alboroto, sin titulares escandalosos. Un cambio que debería ser tema de discusión en cantinas, cafés y mesas de redacción, parece más bien una conspiración silenciosa donde todos miran, pero nadie dice nada.

Bueno, casi nadie. Hay dos personajes que, al menos, han sacado la cabeza en este embrollo: el diputado morenista Alberto Alfaro, que anda organizando foros de consulta como si de reuniones de tupperware se tratara, y el jurista Arturo Zamora Jiménez, que, con la habilidad de un cirujano, está operando el proceso sin que a nadie le duela.

Empecemos con Alfaro. En un Congreso donde el silencio es oro (o al menos presupuesto asegurado), el hombre ha decidido abrir foros de consulta aquí y allá. No es que la gente haga fila para asistir, pero al menos es un esfuerzo por ventilar un tema que, de otra forma, se manejaría en lo oscurito.

Por otro lado, está Zamora Jiménez, el verdadero operador de este ajedrez político. Con un temple envidiable y un perfil tan bien cuidado que ni sus detractores se atreven a atacarlo, el jurista ha logrado que el proceso avance sin turbulencias. Si en la política mexicana existiera el premio a la cirugía mayor sin anestesia, él ya tendría varios.

¿Y la oposición? Ah, esa es la mejor parte. El PAN y Hagamos presentaron su iniciativa, la pusieron sobre la mesa y… ahí la dejaron, acumulando polvo y burocracia. El resto de los partidos está en modo “esperar y ver”, atentos a lo que proponga el Ejecutivo para luego colgarse del asunto con una indignación que no les costó ni un minuto de trabajo.

Mientras tanto, en los medios de comunicación, la cobertura de esta reforma es tan escasa que encontrar información detallada es más difícil que hallar un político que pague la cuenta en un restaurante. Nadie sabe con exactitud cuándo, dónde y con quién se llevan a cabo las mesas de diálogo. Todo se maneja con la discreción de una sociedad secreta, solo que sin el misticismo de los masones.

El panorama es claro: Alberto Alfaro trata de mover la discusión, Arturo Zamora la ejecuta con precisión quirúrgica, y el resto de los actores políticos juegan al escondite, esperando a ver si pueden subirse al tren sin comprar boleto. Lo preocupante no es la falta de ruido, sino que cuando el ruido llegue, sea porque ya no hay nada que hacer.

En fin, Jalisco sigue en su eterna costumbre de quejarse cuando la leche ya está derramada. La pregunta es: ¿alguien se animará a sacudir el avispero antes de que el Poder Judicial se reforme en lo oscurito? O seguiremos con la vieja política del “haz lo que quieras, pero que no se note”.


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