Amaury Sánchez
Por lo visto, la diplomacia entre México y Estados Unidos ha evolucionado al estilo de las ofertas de supermercado: “Refuerce su frontera con 10,000 elementos de la Guardia Nacional y llévese un mes sin aranceles. Oferta por tiempo limitado”.
Nuestra flamante presidenta, Claudia Sheinbaum, anunció con cierto aire de triunfo que, tras su llamada con Donald Trump, se llegó a un acuerdo en el que México hará el trabajo sucio de frenar el tráfico de fentanilo, y a cambio, Estados Unidos hará el esfuerzo de considerar la posibilidad de impedir el tráfico de armas de alto poder hacia nuestro país. Lo que se dice un trato justo… si es que uno ha nacido ayer.
Para darle un toque de suspenso a la historia, Trump firmó una orden ejecutiva donde nos da un mes de gracia antes de soltar los aranceles como si fueran el castigo divino. Eso sí, dejó claro que si las cosas no mejoran (según su muy objetiva evaluación), la sanción comercial caerá sin miramientos. Es decir, México tiene que demostrar que puede hacer el trabajo que ni ellos pueden hacer en su propia frontera, mientras ellos se reservan el derecho de ver si se dignan a controlar el tráfico de armas que nutre nuestra violencia.
Ahora bien, si el acuerdo parece injusto, esperen a ver cómo se ejecuta. Primero, 10,000 elementos de la Guardia Nacional serán enviados a hacer lo que la DEA y la Patrulla Fronteriza no han logrado en décadas: frenar el narcotráfico. Porque, como todo el mundo sabe, el crimen organizado, con sus redes internacionales, su infraestructura y sus métodos sofisticados, se asusta cuando ve un retén con soldados mal pagados.
¿Y qué debería hacer el gobierno mexicano? Pues para empezar, algo más que decir “sí, señor” cada vez que Trump amenaza con un arancel. Porque, a este paso, el próximo acuerdo podría incluir la construcción de un muro, pero con mano de obra mexicana y con cemento de Cemex pagado en abonos chiquitos.
La presidenta Sheinbaum tiene la oportunidad de cambiar la narrativa y demostrar que México no es un simple “socio menor” en la relación bilateral. Puede, por ejemplo, condicionar nuestra cooperación en seguridad a compromisos concretos de Estados Unidos para detener el tráfico de armas y fortalecer los mecanismos de control migratorio que permitan rutas legales y humanitarias. Pero claro, eso requeriría ponerse firme, y no sólo en los discursos.
Porque si seguimos así, dentro de un mes, Trump evaluará la situación y dirá que aún no está convencido. Y México, en su infinita sumisión, ofrecerá no 10,000, sino 20,000 elementos más en la frontera, mientras seguimos esperando que el tráfico de armas se reduzca… por obra y gracia del Espíritu Santo.
Tiempo al tiempo.
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