Por Amaury Sánchez
Este 6 de diciembre, los jalisciences cerraron un capítulo que, para muchos, será recordado como uno de los más sombríos en la historia moderna del estado. Se apaga la luz de un sexenio marcado por la prepotencia, la corrupción y el desprecio hacia los ciudadanos por parte de un gobierno que, bajo el mando del ingeniero Enrique Alfaro, dejó más cicatrices que soluciones.
Seis años de inseguridad desenfrenada, donde las cifras de desaparecidos y homicidios alcanzaron niveles históricos. Un periodo en el que el dolor de las familias que Buscaban a sus seres queridos no encontró eco en un gobierno más preocupado por llenar sus arcas con impuestos arbitrarios que por garantizar la justicia. Mientras tanto, se consolidaba lo que muchos han llamado el “cártel inmobiliario”, un entramado de corrupción que hizo de la especulación y el despojo una política pública no oficial en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
La gestión de Alfaro también será recordada por su negligencia en el sector salud. La escasez de medicamentos en hospitales públicos no fue un accidente, sino un acto deliberado, un capricho del gobernador que dejó a los más vulnerables a su suerte. Por si fuera poco, quienes alzaron la voz fueron desalojados, intimidados y, en el peor de los casos, ignorados. Este sexenio no solo fue oscuro; fue un recordatorio de cuánto daño puede hacer un gobierno sordo y arrogante.
Sin embargo, lo que debería ser un momento de esperanza con el inicio de una nueva administración, se percibe como un mal augurio. Pablo Lemus Navarro asume el cargo de gobernador envuelto en el manto de un fraude electoral que deslegitima su llegada al poder. Desde el mismo día de las votaciones, no ocultó su burla hacia la oposición, reflejando la misma prepotencia que caracterizó a su predecesor.
Lemus, que nada aportó como presidente municipal de Guadalajara, enfrenta señalamientos por corrupción y por su desconexión con los ciudadanos. Su historial no augura un cambio positivo, sino más bien una continuidad de las mismas prácticas que los jalisciences han aprendido a detestar.
A pesar de este escenario desolador, el panorama político de oposición no ofrece consuelo. Partidos como Morena, el PT, el Verde Ecologista, Futuro y Hagamos, que integraron una coalición con grandes promesas, quedaron derrotados, no solo en las urnas, sino también en la arena del activismo. De todos ellos, solo el PT tuvo el valor de manifestarse frente al Palacio de Gobierno, mientras los demás optaron por el silencio cómplice.
Resulta irónico que, ante un gobierno saliente y otro entrante que temen tanto a la voz ciudadana, tuvieron que convocar a miles de empleados públicos para “resguardar” su transición. ¿De qué temen? ¿De 30 afiliados al PT que se atrevieron a cuestionar su legitimidad? Si algo queda claro, es que el miedo no solo es síntoma de inseguridad, sino de una culpabilidad que no se puede ocultar tras una valla de burócratas.
Hoy Jalisco se encuentra en un punto crítico. La esperanza no debe depositarse en un gobernador o en un partido político, sino en una ciudadanía que, a pesar de los atropellos, sigue exigiendo justicia y dignidad. Los próximos seis años serán una prueba de fuego para todos. O nos resignamos a otro sexenio de oscuridad, o encendemos la luz que Alfaro apagó y que Lemus pretende mantener bajo llave.
La historia, como siempre, está en nuestras manos. ¿Qué opinan ustedes, jalisciences? ¿Nos quedamos mirando o empezamos a construir el cambio que tanto necesitamos?
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